Panini Cómics nos mete de lleno en la guerra de las cuentas con este Los 4 Fantásticos #43 que recoge dos números de la edición original norteamericana y lleva a la primera familia directa al campo de batalla. Tantos años macerando el plan en su cabeza (desde sus tiempos en Hulka) y en este doble número las ideas brotan a borbotones de la mente incansable de Dan Slott. El guionista propone una aventura de infarto a la altura de las expectativas con, además, el plus de concentrarse todo en estas páginas (olvidad tie-ins o complementos varios, todo se narra en Los 4 Fantásticos), lo que convierte a las grapas contenedoras de esta guerra de las cuentas en unas lecturas más densas y cargadas de contenido de lo que es habitual en el tebeo tipo de superhéroes.

«Uatu, el quebrantador de reglas, el primero en tocar a rebato»

Después de la presentación (y primer gran cliffhanger) del anterior capítulo, Reed y su familia empiezan a comprender el alcance de una guerra que tiene su génesis mucho tiempo atrás en los confines del universo conocido, con los vigilantes como pieza indispensable para comprender el alcance y emergencia del conflicto. Slott aprovecha los huecos que le ofrece la historia marvelita para crear un argumento que engarza con su pasado más lejano y, al mismo tiempo, conecta con enorme precisión con el devenir de la actualidad de la editorial.

El guionista teje una red que tan pronto tira del hilo de una saga «perdida» de Hulka, como recupera el argumento en el que el Thor de Donny Cates coqueteaba con Galactus, o pone en contexto ideas que el propio autor ha ido dibujando durante los últimos meses. Resulta muy estimulante comprobar como muchas de las cosas que hemos ido leyendo en la serie toman un nuevo cariz o cobran un sentido cohesionado. Y, al mismo tiempo, tiene ecos en muchos rincones de la editorial, pero sin perder nunca la perspectiva de que Los 4 Fantásticos son su eje central. Así, vemos diferentes tramas y frentes, pero todos están conectados y se dirigen a un punto común.

El acotarlo todo a una sola cabecera le viene muy bien al argumento. En Imperio, por ejemplo, las ramificaciones llegaron a jugar en contra en algún momento; pero Slott llega con la lección aprendida y demuestra que no hace falta enredar a toda la editorial para construir una historia de gran envergadura. ¡Y aún nos quedan muchas sorpresas por descubrir!