
“Si miras arriba, te arranco los ojos”
Takuma Yokota y Katsura Ise dedican el presente tomo a reafirmar los sentimientos no declarados de sus protagonistas a través de pequeños malentendidos (que en la adolescencia pueden ser todo un mundo) fruto de la vergüenza y de retos que les obligan a verbalizar (ya sea con palabras o con hechos) esas emociones que antes que después mutarán en mariposas enamoradas.
Porque seamos francos, igual no acaban juntos (visto aquel flashforward con el que cerraba el tomo dos… aunque es posible que nos falte la mitad de esa imagen), pero lo que aquí se está narrando es el despertar de un primer amor en el no menos romántico marco de la nostalgia y los recuerdos de juventud. Emi y Hajime se van a enamorar.
Si es que no lo están ya. Esa es la cuestión. Ante la tesitura de perder ante el pretendiente de turno o de recibir señales de rechazo o no correspondencia, los jóvenes protagonistas descubren que se quieren el uno al otro… pero no se lo dicen. El drama de siempre: «te quiero, pero me da vergüenza decírtelo». Tiene su gracia, sobre todo para el público, pero como todo en la vida, tan pronto llega el interés, como se va.
Y es ahí donde se encuentran protagonistas y autores, que «limpian» el relato de secundarios y de secuencias sobre el mundo de Magic para centrarse en el desarrollo de sus personajes principales. Sigue habiendo tanto de lo uno como de lo otro, pero a diferencia de tomos anteriores, el peso del juego de cartas y su idiosincrasia pasa a un segundo plano. Y esto es algo que habla muy bien de Ise y de Yokota, pues aún cuando es evidente que Wizards of the Coast tiene su margen de acción y decisión (por algo son los dueños de la licencia), los mangakas saben que lo más importante es la historia, todo debe hacerse en base al beneficio de esta y no ir en su contra. ¡Bien!
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