«Eso no ocurrirá si los dos no bajáis la voz«
Seguimos en los cómics de Patrulla-X explorando pequeñas aventuras que no avanzan (en apariencia, que ya nos conocemos a Jonathan Hickman) en la trama principal de los mutantes krakoanos. Les toca el turno a X-23, Darwin y Sincro, tres mutantes que se han internado en La Cámara para evaluar hasta qué punto los seres post-humanos (los Hijos de la Cámara) que habitan esta burbuja temporal en plena selva ecuatoriana representan una amenaza para los mutantes y sus intereses. Estos personajes, aparecidos por vez primera en 2006 y con contadas apariciones desde entonces (su historia recuerda un poco demasiado a la del Mundo creado por Arma Plus [y de donde sale mi querido Fantomex]) vuelven ahora y ya veremos cómo los quiere utilizar el maestro de ceremonias de toda la galaxia mutante.
El capítulo se centra, sobre todo, en presentarnos a los tres personajes y mostrarnos la manera en la que sus poderes combinan. X-23 es un clon de Lobezno y, bueno, hace lo que un Lobezno hace, pero me resultan mucho más divertidos sus acompañantes. Primero porque los poderes de Darwin (pese a lo mal que fueron mostrados en X-Men: Primera Generación) son de esos que cualquiera querría tener: agallas en el mar, una piel ignífuga en un volcán, visión térmica en la oscuridad… Darwin es el epítome de los mutantes al ser uno de ellos capaz de adaptarse a cualquier cambio en el medio ambiente y esto, bien utilizado por un guionista, da pie a cosas muy vistosas. Y segundo porque Sincro básicamente copia los poderes que le vienen más a mano y eso le convierte a la vez en una navaja suiza como Darwin y un ser de instinto y furia como la líder de este escuadrón.
«Nuestra misión es recordar lo que averigüemos e informar«
Más allá de eso, poca chicha le podemos sacar a un número en el que tenemos un rato de diálogo seguido de una larga secuencia de combates contra los villanos a los que habían ido a buscar. Para más inri, la historia queda inconclusa a la espera de lo que leamos el mes que viene y de aquí, según como yo lo veo, pueden surgir o bien unos poderosos enemigos para los krakoanos o bien unos mutantes que regresen a su nación convertidos en algo más allá de lo que eran cuando se fueron a Ecuador. Esto, además, nos volvería a llevar a lo que leímos en Potencias de X, por lo que no es para nada descartable que esta aventura, acabe como acabe, vaya destinada a hilarse con aquellas dos series que sirvieron de pistoletazo de salida para toda esta etapa.
Da la impresión de que Hickman está esperando a algo. Quizás está dejando que el resto de series se desarrollen libremente durante un tiempo o quizás esté esperando que todas ellas lleguen a un punto prefijado, pero este inmovilismo argumental dentro de la cabecera principal de los mutantes (sin que hayamos vuelto a saber de los habitantes de Arakko o de otros de los muchos enemigos de la nación muti desde hace meses) no puede prolongarse mucho más en el tiempo sin que los lectores comiencen a ponerse nerviosos. Para otoño, si nada se tuerce, una nueva gran historia debería estar echando a andar. Pero ya el hecho de que estemos deseosos de que todo continúe es una buena vara de medir el éxito de la actual etapa editorial para los homo superior.
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