«Te juro que voy a pararte los pies«
Yo ya lo he dicho muchas veces, pero me tranquiliza bastante saber que no soy el único que piensa que Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai muere un poquito como serie tras la batalla contra Shishio. Sí, quedaban muchas cosas por contar después de este gran conflicto, pero a nivel argumental el viaje a Kioto, la posterior reunión de los compañeros, el aprendizaje de la técnica definitiva de su escuela y la gran batalla en la que amigos y viejos enemigos unirían sus fuerzas contra una gran amenaza común… En fin, todo ello constituía un clímax tan potente que todo lo que viniera después iba a sabernos a poco y a ir deshinchando el globo de ilusiones que nos había vendido este shonen hasta aquel momento.
Lo que hemos venido leyendo después ha tenido sus momentos álgidos (el pasado de Kenshin o cierto capítulo que nos deja helados en este tomo), pero luego siempre vuelve a mostrar un tono más bien cansino y repetitivo que, además, ya comienza a adentrarse en terrenos que abandonan un cierto realismo ‘mágico’ para vendernos ciencia ficción en el siglo XIX, con marionetas que engañan a la percepción humana y giros argumentales que buscan tan sólo una prolongación de la trama más allá de lo lógico y lo razonable. Dicho con menos palabras: yo creo que Nobuhiro Watsuki quiso acabar el manga con la saga de Shishio (dejándose una puerta abierta para explicar el pasado del protagonista a base de números especiales, OVAs, etcétera) y que, cuando no le fue posible, diseñó lo que leemos en este volumen como una nueva puerta de salida pra escapar de la serie… Pero volvieron a impedirle salir de cualquier manera.
«Tal vez necesite que alguien le pegue un pequeño empujón«
En Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai #12 asistimos a la batalla final de Kenshin contra Enishi. El presente del samurai que ha elegido no matar contra el pasado que le persigue y que le recuerda épocas más oscuras, como cuando se vio obligado a acabar con la vida de quien se convertiría en su primera y más querida amante hasta la llegada de Kaoru. La batalla como tal me consume, porque la técnica suprema de la escuela de esgrima de Kenshin se revela tremendamente ineficaz una vez descubierto su truco y esto le resta importancia al gran logro y el crecimiento personal que existió tras su aprendizaje. Es como si Goku demostrara ser el super-guerrero de las leyendas y poco después se pudiera convertir en super guerrero hasta el bedel del planeta Vegeta (¡oh, vaya…!). No sólo eso, sino que, una vez demostrada la inutilidad de su técnica más poderosa, Kenshin casi tumba a Enishi con una de las técnicas más sorprendentes de la esgrima: los puñetazos y las patadas al estómago. Técnica definitiva oiga.
En fin. Este tomo sirve para ver a Kenshin revolcándose en el barro y para darle algo más de protagonismo a los secundarios de la serie mientras la trama con Enishi se alarga y alarga sin que haya un verdadero motivo detrás de ello más allá que el de seguir ordeñando a la vaca exahusta en que se había convertido este manga. Nos quedan aún dos tomos. Toca armarse de paciencia.
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