«Me da un poco de lástima, pero es ley de vida«
Ya lo decía hace un par de entregas, pero lo cierto es que no ha sido hasta que ha llegado el momento de las peleas en la actual ‘saga de Enishi‘ que he comenzado a vera Nobuhiro Watsuki de verdad cansado y queriendo despedirse ya de su obra más famosa. La saga de Kioto, con el tremendo enfrentamiento entre Kenshin y Makoto Shishio, estaba claramente diseñada para cerrar el manga que Panini está reeditando en España (nuestro protagonista lograba dominar la técnica suprema de su escuela de esgrima logrando, además, mantener su promesa de no matar y regresaba a Tokio en paz con el mundo y consigo mismo). Sin embargo, el éxito de este shonen era tal en aquel entonces que la editorial no permitió que el mangaka se pusiera con ningún otro proyecto: Rurouni Kenshin debía continuar, aún quedaban historias por contar y el momento para abordarlas debía ser entonces.
Estoy de acuerdo y a la vez no comulgo con ello: nos quedaba mucho por conocer de Kenshin y de su pasado, pero quizás habría sido más inteligente darle algo de espacio a Watsuki, dejar que contase otras historias (o que se tomase unas vacaciones) para que, a la vuelta, retomara al personaje con energías renovadas y nuevas perspectivas. En lugar de ello nos encontramos con esta trama, que tiene momentos muy potentes (el pasado que se nos contó en el tomo anterior mola diez pueblos) mezclados con escenas que uno no sabe muy bien cómo pudieron pasar el filtro del editor y que no hacen sino alargar y alargar una historia que en realidad ya terminó dos tomos más atrás y para la que los villanos dan más pena que rabia o risa.
«Un aficionado va a cortarte en rodajas«
Y es que los lacayos de Enishi están por ahí para hacer bulto. A lo largo de este tomo nos encontramos con que uno sólo pretendía mostrar su catálogo de armas, otro buscaba probar su valía, mientras que un tercero se enfrenta a Kenshin y a los suyos pensando ya en la retirada mucho antes de que su combate haya llegado a su recta final. Unos villanos que, por cierto, tienen una fortísima inspiración norteamericana (sin esforzarme demasiado puedo ver a Veneno y a Apocalipsis e incluso hay quienes ven en este grupo a los Seis Siniestros de los cómics de Spider-Man) y nos hablan en cierta medida del hambre del autor por probar cosas nuevas y tomar algo de distancia con la obra que le había hecho sobre salir por encima de otros mangakas contemporáneos. Las batallas contra estos personajes, por tanto, están vacías de emoción y las derrotas de cada uno de ellos se ven venir desde lejos y sin ningún tipo de sorpresa.
Quizás los mejores capítulos de este undécimo tomo de Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai sean los que nos hablan de ‘La Declaración‘ e incluso en ellos podemos entender entre líneas que el autor se está despidiendo de su obra (la frase que abre esta reseña, sin ir más lejos, forma parte de una larga despedida por parte del propio Kenshin hacia el resto de personajes que lo han acompañado hasta la fecha).
En definitiva: nos quedan aún tres tomos para cerrar esta colección y no sólo parece que esté ya todo el pescado vendido, sino que se nota el agotamiento del autor y de la propia historia que está contando. Leí por primera vez este manga hace la friolera de veinte años y casi no me acuerdo de nada de esta etapa… Por algo será.
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