«Enseguida voy a por ti. No te muevas de donde estás«
Bueno, pues ya está aquí el último tomo de la edición Maximum de Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai que se ha venido marcando Panini desde la primavera de hace tres años. Tanto los que leímos la obra hace la tira de años como los nuevos lectores que sepan un poquitín acerca del shonen sabemos cómo va a terminar la pelea de los aliados de Kenshin contra los denominados ‘cuatro dioses’ (tanto que el propio Nobuhiro Watsuki no perdió demasiado tiempo con este aperitivo) y cuál será el resultado de la batalla final entre nuestro protagonista y Enishi, por lo que las dos terceras partes de este cómic son entre previsibles y placenteras de leer (por aquello de la sensación de revancha y tal). Sin embargo, lo que quizás no se esperaban ni tan siquiera los lectores de aquel entonces, es el largo epílogo que le da el mangaka a su obra, en un esfuerzo por dotar de mayor profundidad y lógica al desarrollo de unos personajes a los que todos hemos terminado cogiendo mucho cariño. Así pues, pasemos un poco por encima de las peleas contra guardaespaldas y de las locuras más allá de lo que es físicamente creíble del combate final por la sonrisa de Tomoe y centrémonos en lo que hace después Watsuki con los personajes.
Recuerdo que cuando leí este manga por primera vez la sensación al leer los epílogos fue agridulce. La historia terminaba, pero no me parecía que lo hiciera tan bien como yo hubiera querido en aquel entonces. Sin embargo, regreso a estos últimos capítulos casi veinte años después y me doy cuenta de dos cosas: una es que ahora los entiendo perfectamente y los disfruto mucho más y la otra es que mi yo de aquel entonces estaba tan obsesionado con la pérdida y el abandono que no estaba preparado para leer un final como el que esta obra nos ofrece. Cosas de la vida.
«Haz memoria y recuerda todos los combates en los que has tomado parte«
Y es que Watsuki no cierra su obra con el tradicional banquete de jabalíes en el centro de la aldea, ni te dice que todos fueron felices y continuaron viviendo juntos al menos durante el rato que tú estés leyendo, sino que cumple con una promesa que ya viéramos escrita allá por el tomo once de la presente edición. Todos y cada uno de los amigos y aliados de Kenshin siguen sus propios caminos tras el rescate de Kaoru y esto, que es una despedida como tal, no tiene por qué ser algo triste, sino que dota de realismo a un manga que permite a sus personajes seguir creciendo en nuestra imaginación más allá de lo que leímos en sus páginas hace más o menos tiempo. Tampoco es que todo el mundo vuele tras la batalla, ni que lo haga a la vez (exceptuando Megumi y los amigos de Kioto, que tienen que volver a su casa, como es natural), sino que el autor recurre a varios saltos temporales para contarnos hacia dónde dirigirá los pasos cada uno de estos personajes.

Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai #14
Esto nos da la oportunidad disfrutar de detalles como el que vemos en portada, pero también de rediseños tan interesantes como el de Yahiko con el estirón ya dado y nos permitió (en aquella época) soñar con el regreso de los héroes de este cómic, convertidos en personas mucho más poderosas por la experiencia acumulada más allá de lo leído en el manga. Si esto se ha cumplido o no en el regreso del protagonista con la saga de Hokkaido es algo que no puedo deciros porque ni quiero chafaros la continuación de las aventuras de Kenshin (actualmente en hiato por los problemas de salud del autor), ni puedo hacerlo porque, de hecho aún no he leído nada de ese manga. Pero dado que también lo publica Panini, ¿por qué no revisitar la era Meiji japonesa en compañía del mejor samurái de todos los tiempos?
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