Panini Cómics publica, dentro de su formato Marvel Deluxe, el segundo y último tomo de los Ultimates de Al Ewing. Una colección con altísimas ambiciones en cuanto a tratar todos los huecos aparecidos tras la destrucción y posterior creación del onmiverso marvelita a manos de Jonathan Hickman.

«Odio decirlo, pero T’Challa tiene razón«

Ewing ha sido, sin lugar a dudas, quien mejor supo leer la oportunidad que se presentaba con el renacer del Universo Marvel tras las Secret Wars hickmanianas. A su manera se ha convertido en el sosia de Logos de Ultimates. Vio que las antiguas reglas ya no eran inmutables; es más, un nuevo universo significa nuevas reglas. Las viejas podían servir… o no. Ante tal perspectiva, el guionista empezó a reescribir conceptos, crear otros nuevos y desechar otros tantos. Galactus como dador de vida y no como devorador de mundos es el ejemplo más claro de las enormes posibilidades que se abrían en este «nuevo» Universo Marvel con Tierra primordial como epicentro del mismo.

Ultimates sería, a largo plazo, solo el primer paso que daría un autor que a día de hoy es quien está «imponiendo su ley» en lo referente a la Marvel cósmica. Un primer paso que, por otra parte, no resulta del todo sencillo para los lectores. Sí, todo está por hacer. Ewing busca y rellena todos esos espacios con potencial narrativo. Pero no lo hace partiendo de cero, sino que recoge todo lo sembrado por otros autores (principalmente Los 4F de Hickman y Estela Plateada de Slott) y parte desde ahí.

Por ello, como ya advertí en el artículo referente al primer tomo de estos Ultimates, se hace muy recomendable tener ese mínimo bagaje para disfrutar del asombroso viaje que propone Ewing. En este sentido, se puede trasladar todo lo dicho del primer volumen a este nuevo libro, tal es la calidad continuista de la historia. El viaje sigue siendo asombroso en todos los sentidos. Una historia grande y sorprendente, que conjuga bien las escenas cotidianas del género súper heroico con unas temáticas que piden un enfoque más denso y teórico. Hay incluso espacio para justificar el porqué del título del equipo: Los Ultimates.

Los peros siguen, del mismo modo, siendo semejantes. Un acceso que no es insalvable, pero que tampoco es sencillo (es una pena que en dos textos [de cinco páginas en total] el articulista Pedro Monje solo le dedique tres párrafos a profundizar en el cómic que manejamos); y un peaje editorial (en este caso hablamos de Imperio Secreto) que distrae innecesariamente del relato principal.

Y la conclusión, de nuevo, es idéntica. Si queréis ver de primera mano como se construyen las fronteras del Universo Marvel, uníos a Capitana Marvel, América Chavez y compañía en esta odisea que va más allá de las estrellas.