«No debería haber confiado en que me amarías«
Imagina un mal cómic. Ahora réstale cualquier clase de interés, súmale una pizca de narcisismo obsesivo, quítale cualquier clase de esfuerzo narrativo y… Aquí tenemos Lonely Receiver, el nuevo ‘trabajo’ (nótense las comillas) de Zac Thompson para Aftershock y que ahora nos trae Planeta Cómic, que ha hecho muy bien en retirar la recomendación de Christopher Cantwell que luce la primera versión de la portada (y que podéis ver junto a estas líneas). Lonely Receiver ha precisado de un par de lecturas para tratar de pillar por donde iba y un pequeño club de lectura en casa para tratar de comprender a una protagonista con la que resulta imposible empatizar: una villana sin más camino de evolución que el que imagina para ella un autor que no se molesta en hacerlo creíble.
El desastre de este cómic ya se gesta en sus primeras tres páginas, cuando nos encontramos con una ruptura narrada de cualquier manera que, y esto nos lo creemos porque nos hemos leído la sinopsis, lleva a Catrin a construirse su propia novia por IA (más piel, huesos y demás cortesía de la impresora 3D más desagradable de la Historia). Lo que se nos cuenta en estas pocas viñetas es tan confuso que, en parte, condiciona todo lo que leemos a continuación, pero es que lo que le sigue no mejora demasiado el panorama. Resulta que la esposa virtual termina hartándose de Catrin (¡menuda personalidad debes tener para que te abandone el Tamagotchi!) y la manda a pastar, abandonándola y prefiriendo su propia desconexión (¿suicidio? Vale, ahora resulta que lo de la impresora 3D era sólo un efecto gráfico porque los de la empresa de novias IA están enfermos).
«Si le cuento toda la verdad, podremos empezar el resto de nuestra vida con el pie derecho«
A partir de ahí nos esperan más de un centenar de páginas de Catrin negándose a aceptar que la gente la ha abandonado porque está como una regadera y porque es tan tóxica que precisa de su propia advertencia a la hora de manejarla. Así, la vemos agredir a otra mujer con un cuchillo, entregarse a siniestras bacanales en la dark web, comerse una hamburguesa… lo que haga falta para pasar página de la forma más enfermiza y peligrosa (para ella y para quienes la rodean) posible. Hasta que un momento de iluminación la permita aprender a quererse como el monstruo insufrible y peligroso que es.

Catrin en Lonely Receiver, todo un ejemplo de cordura
Lonely Receiver no es un relato de terror, sino que es una oda a la pereza narrativa con un plantel repleto de personajes vacíos y sin evolución que tan sólo sirven para acompañar a Catrin en la miríada de escenas incomprensibles que se le ocurren a Thompson y que dibuja también sin demasiadas ganas una poco inspirada Rye Hickman. Lonely Receiver es, sin embargo, una excelente compra si algún día tenéis que calzar una mesa que cojea.
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