Planeta Cómic publicaba en formato cartoné, dentro de su línea Babel, una de las obras más desconocidas y más oscuras de Osamu Tezuka, de hecho, el carácter de MW derivó en el apelativo del Tezuka Oscuro para englobar a esta y otras obras que se alejaban de lo que el autor solía hacer.
«Puedo estar tranquilo mientras sigas siendo un servidor de Dios«
El origen de esta obra (publicada originalmente entre 1976 y 1978) tiene lugar en la ocupación de EEUU de tierras japonesas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Una ocupación que en el caso de la isla de Okinawa se alargó hasta 1972 donde, sin que las autoridades japonesas supieran nada, el ejército norteamericano almacenó e hizo pruebas con armas químicas. En esos años además el primer ministro Kakuei Tanaka fue objeto de varios escándalos que ilustraban la corrupción imperante en los años de la postguerra. Ese sentimiento de vergüenza y crispación llevó al autor nipón a construir una obra compleja en la que se hablaba abiertamente de temas como la corrupción política o la sexualidad de forma descarnada y cruda, de forma muy abierta. Sorprendente para la época… y tristemente también para la nuestra.
MW sigue a dos personajes, Yuki y Garai, conectados irremediablemente por una tragedia del pasado que Yuki se niega a olvidar bajo ningún concepto, sumiéndose en una perversa espiral de muerte y venganza. Tezuka describe una sociedad japonesa agria, decadente, víctima de sus propios vicios, donde incluso la justicia se corrompe. Su visión es bastante desangelada fruto, como decíamos, de la coyuntura del país en el momento de su concepción. Lo trágico, para nosotros, es que la sociedad no ha dado visos de mejorar demasiado desde entonces.
Esta es una lectura densa y muy larga (hablamos de 575 páginas, más de 580 si sumamos el índice, prólogo de Marc Bernabé, epílogo del propio autor y la publicidad de Planeta Cómic), que requiere dedicación y paciencia por parte del lector, sobre todo en la primera mitad de la obra, que contiene algunos pasajes que pueden hacerse un tanto pesados, pero la recompensa al esfuerzo es una experiencia formidable que ilustra perfectamente porqué Osamu Tezuka es el dios del manga.
Deja un comentario: