En una edición por lo general mediocre, en la que la presencia de Guillermo del Toro ha servido como bomba de humo mediática para enmascarar las carencias de la programación, ha sido complicado destacar títulos verdaderamente interesantes. Siempres los hay, claro, pero las propuestas que han sabido ir más allá de sus buenas intenciones han escaseado. La 21 edición del Festival de Málaga, con una apuesta cada vez mayor mayor por la cosecha latinoamericana, ha puesto el foco en nombres sin etiqueta de estrella, valores en alza y debutantes que aprovechan la carencia de medios para potenciar la libertad formal. Nueve días de certamen de los que destacamos estas ocho propuestas:
Las leyes de la termodinámica (Mateo Gil, España)
Mateo Gil salta a la comedia romántica construyendo un protagonista a su medida: frío, analítico y que toma distancias con todo el mundo. Un protagonista que termina siendo cargante, pero se ve compensado por una apuesta formal muy interesante, que coquetea con el documental y una narración que sabe jugar con diferentes perspectivas. Siguiendo un tono que busca alejarse de los arquetipos clásicos del género, esta romcom se sitúa en una línea más «realista» que no tiene que acabar necesariamente con el «y comieron perdices», en sintonía de propuestas como Don Jon o (500) días juntos (dos de los referentes de esta comedia mñas agridulce y que hace del montaje una herramienta narrativa primordial).
Sergio & Sergei (Ernesto Daranas, Cuba – Estados Unidos – España)
Ernesto Daranas dirige esta coproducción entre España y dos enemigos largo tiempo irreconciliables: Cuba y EEUU. Ambientada en La Habana de 1991, la película narra la improbable amistad de un radioaficionado cubano con un cosmonauta soviético y un ciudadano norteamericano. Con apariencia de fábula (gracias sobre todo por la elección de la hija del protagonista como narradora de la historia), Sergio & Sergei trasciende como un espejo crítico no solo de aquel convulso tiempo que significó la caída oficial de la URSS y el aislamiento casi total de la isla caribeña, sino de la paranoica política actual. Y entre medias, una gente, la cubana, que solo quiere vivir en libertad, como todos nosotros.
Ana de día (Andrea Jaurrieta, España)
La Belle de Jour de Luis Buñuel pasada por el filtro más underground de cineastas como Pablo Hernando, Juan Cavestany o Julián Génisson. La de Buñuel no es la única referencia pero sí la más evidente y definitoria de la película con la que debuta Andrea Jaurrieta, que tiene en Ingrid García-Jonsson (nominada al Goya y musa del indie nacional) a su particular Séverine. El encuentro fortuito con su doble (al más puro estilo Enemy) lleva a la protagonista a iniciar un viaje de autodescubrimiento (encarando la propia autodestrucción como parte del proceso) no exento de huida (siempre hacia delante) en la que pone a prueba sus límites y convicciones.
Las distancias (Elena Trapé, España)
Elena Trapé hace, sin pretenderlo, un melancólico retrato de la generación actual, una generación perdida, sin un rumbo que seguir y sin referentes a los que agarrarse. Las distancias transcurre durante un fin de semana en Berlín; una reunión improvisada de viejos amigos que acaba desenmascarando sus miedos y miserias. Trapé construye un escenario duro, sin artificios, que desnuda a sus personajes ante el choque con la realidad que se dan. Desde un tono muy intimista y contenido, el gran atractivo de la propuesta radica en el trabajo de sus protagonistas, donde destaca principalmente Alexandra Jiménez, quien para nuestra tristeza, no termina de prodigarse en el drama y ante los prejuicios de público e industria no luce (o se publicita) como debiera su talento en la comedia.
Memorias de un hombre en pijama (Carlos Fernández de Vigo, España)
Tras un proceso de creación complicado (espantada de Paco Roca incluida), Carlos Fernández de Vigo convierte la primigenia tira de prensa Memorías de un hombre en pijama en una tierna y comedia romántica que basa su atractivo en el carisma de su pareja protagonista. En la España de los ofendidos en la que vivimos no faltará quien lance el grito al cielo, porque polemizar se ha convertido en deporte, y a pesar de la cotidianeidad (y verdad) de las situaciones que se plantean y que Jilguero (interpretada por María Castro) sea el personaje más atractivo de todos. Ambos, María y Raúl Arévalo, hacen una gran labor de doblaje y Fernández de Vigo se permite ciertos riesgos en la narración que elevan el interés de la propuesta.
Sin fin (César y José Esteban Alenda, España)
El debut en el largo de los hermanos Alenda quizás haya sido la gran sorpresa del festival. Sin fin es la reinterpretación de Not the End, el que fuera su último cortometraje de los directores antes de embarcarse en esta propuesta que gira en torno a la relación de pareja y las segundas oportunidades. Repite su pareja protagonista: María León y Javier Rey, en un título en el que resuenan ecos del indie norteamericano. En este sentido, Sin fin sigue la senda de cineastas como Mike Cahill, que usan el género (la sci-fi en este caso) como premisa y envoltorio para narrar una historia centrada en los personajes. De hecho, la cinta de los Alenda guarda muchas similitudes temáticas con Otra Tierra (la ópera prima de Cahill), aunque la española trabaja la imagen de manera mucho más estética.
Casa Coraggio (Baltazar Tokman, Argentina)
La propuesta del argentino Baltazar Tokman pone todo el peso en hombros de su actriz protagonista, Sofía Urosevich. Y sale muy fortalecida del reto. Casa Coraggio narra la vuelta a casa de una joven para ayudar en el negocio familiar mientras decide que rumbo tomar en su vida. La película se hunde en el costumbrismo para retratar el día a día de esta familia, sin mayores dramas de los que podamos tener cualquiera de nosotros. Tokman fotografía un momento cualquiera de esta familia y a partir de este nos cuenta quiénes son, con el legado situándose como uno de los temas centrales de la película. La falta de un conflicto dramático serio conlleva que el ritmo sea excesivamente pausado, pero también permite que el reparto pueda jugar más con los gestos, las miradas, los detalles de su interpretación.
No dormirás (Gustavo Hernández, Argentina – España – Uruguay)
El rédito de Gustavo Hernández con la que fuera su ópera prima, La casa muda, no resulta suficiente para levantar esta propuesta acerca de la preparación de una obra teatral que exige a sus actores trabajar en estado de insomnio. Este thriller de terror tiene muy bien tomada la medida al género, sobre todo en lo concerniente a los apartados técnicos, pero el excesivo ruido de un guion más preocupado por el siguiente giro que por la profundidad de su historia hace que esta se desinfle. No atina tampoco en el cásting, ciertamente descompensado. Si de una parte la argentina Eva de Dominici sabe promocionarse como futura estrella, Natalia de Molina es incapaz de contener su deje andaluz.
Deja un comentario: