Zack Snyder es un tipo sorprendente. Apareció allá por 2004 retomando el viejo guión de Amanecer de los muertos y su trabajo les gustó tanto a los señores de Warner Bros. que le llamaron para que adaptara a la gran pantalla el premiado cómic de Frank Miller titulado 300. La apuesta por este casi desconocido director resultó ser un enorme acierto, 300 fue una película de las que arrasan en taquilla y de las que siguen dando dinero después por medio de los DVD’s y del merchandising; así que se le volvió a llamar para que dirigiera Watchmen, que resultó en otro éxito de taquilla.
Ahora Snyder nos trae una película completamente suya y, de nuevo, la Warner decide apostar por él para que reviente la taquilla.
Parece bastante claro que lo volverá a lograr.
¿Y qué se le ha ocurrido a la mente de Snyder para la ocasión?
Pues una historia oscura, de barro y sangre, como se suele decir; pero también una magnífica fábula visual y una suerte de matrioska (la típica muñeca rusa) cinematográfica con una historia dentro de otra y de otra más (oye, si con Origen funcionó…).
Nos presenta también una película estrechamente ligada con la música, hasta el punto de que haya una temática musical específica para cada escena, las cuales comienzan por una canción determinada (y ahí nos vamos a temas de artistas tan dispares como Skunk Anansie o Queen y a varias interpretaciones de temas famosos realizadas por la propia Emily Browning). En cuanto a la parte instrumental, Snyder vuelve a tirar de Tyler Bates (quien ya le acompañó en sus anteriores films) aunque esta vez se ve acompañado por Marius De Vries (premiado por su participación en la banda sonora de Moulin Rouge).
Pero si hay una cosa que le haya dado fama a Snyder es la puesta en escena, la espectacularidad de las secuencias de acción mezcladas con las exquisitas coreografías que utiliza para los «cuerpo a cuerpo», lo demostró en 300 y en esta película lo pule hasta el extremo de dejarnos ver cómo deberían haber sido películas como Dragon Ball Evolution, Dragones y Mazmorras e incluso Street Fighter para no haber provocado las iras de los aficionados.
Porque ése es otro punto importante de la película, el desfile de géneros cinematográficos que se hace con la excusa de los distintos «mundos» en los que se desarrolla la acción va desde las películas de gángsters hasta las de caballeros y dragones pasando por luchas contra robots futuristas y… ¡zombis nazis! (esto me suena…)
Los Actores:
O más bien las actrices (ya que los varones no abundan en esta cinta). Hay que reconocer que a Emily Browning (Baby Doll) se tarda en encariñarse, pero va cogiendo fuerza conforme la trama avanza. De todas formas no es esta una película de grandes interpretaciones de esas que pasan a la historia. Quien vaya buscando eso está muy perdido.
Si aún así queréis saber quién es quién en la película y quién destaca más o menos diremos que destaca el papel de Oscar Isaac (Blue Jones). Tiene la difícil misión de actuar con dos caracteres en principio bien distintos, pero lo hace muy decentemente, remarcando la cruel diferencia entre la realidad y la ficción que mueve el filme.
Las chicas protagonistas son, quizás, quienes menos peso interpretativo tienen, pero si hay que resaltar algunas; la pareja formada por Sweet Pea y Rocket (Abbie Cornish y Jena Malone respectivamente) tiene una chispa que deja buenas sensaciones.
Por último, hay que remarcar la presencia de Scott Glenn. El veterano actor interpreta una infinidad de papeles (que no dejan de ser siempre el mismo) y le aporta incluso una gota de humor a la cinta.
En resumen:
Una película destinada a arrasar en taquilla y a encumbrar un poco más a Zack Snyder, que ahora se centrará en dirigir su próximo éxito: Superman: Man of Steel.
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