El BFI London Film Festival que ha tenido lugar entre el 4 y el 15 de octubre nos ha dejado propuestas de lo más variadas, muchas de ellas que llegarán a nuestras salas en los próximos meses (entre las que se encuentran algunas de las posibles aspirantes a los Oscar como La forma del agua o Call Me By Your Name) y con presencia española de la mano de propuestas como Tierra Firme o Verano 1993. 12 días de intenso festival en la capital británica que resumimos en estas 16 películas.
Journeyman
Paddy Considine, reconocible rostro de la televisión y el cine británicos al que hemos podido ver anteriormente en Peaky Blinders, Submarine, Macbeth o Pride, presenta en el festival de Londres Journeyman, su segunda película como directortras su aclamado debut en 2011 con Redención (Tyrannousaur). Sin embargo, la cinta, que cuenta entre su reparto con el propio Considine, Jodie Whittaker, Paul Popplewell, Tony Pitts y Anthony Welsh entre otros, no está ni de lejos a la altura de lo que fue su predecesora en ninguno de los aspectos.
Los primeros minutos de la cinta suponen un arranque bueno e interesante, lleno de violencia implícita, pero conforme avanza la trama la película se va desinflando y cayendo en picado hasta casi tocar fondo en su epílogo, en el que el director parece querer redimir a todos los personajes y atar todos los cabos de manera precipitada y poco acertada. Si bien Considine consigue lograr una más que buena actuación, todos su esfuerzos en la dirección parecen en vano, y terminar por firmar una película regular, algo mediocre y principalmente sensiblera, con una trama que hemos parece que hemos visto en multitud de ocasiones, y no aporta ninguna novedad.
Loving Vincent
65.000 fotogramas pintados a mano en un total de 853 lienzos diferentes son los que conforman Loving Vincent, la primera película de la historia pintada al óleo. Dirigida por la polaca Dorota Kobiela y el británico Hugh Welchman, esta coproducción narra de forma ficcionada a través de los testimonios de las personas cercanas a Vincent Van Gogh sus últimos días de vida y las decisiones que le llevaron a poner fin a su vida en julio de 1890. Entre el reparto encontramos principalmente caras conocidas de la televisión actual, como Helen McCrory (Peaky Blinders), Jerome Flynn (Game of Thrones), Chris O’Dowd (Los Informáticos) o Eleanor Tomlinson y Aidan Turner (Poldark), así como las jóvenes promesas del cine Douglas Booth y Saoirse Ronan.
Realizada desde el más profundo amor y admiración, la película es un homenaje al pintor, que combina de forma excelente lo mejor del cine y la pintura en sus pocos más de noventa minutos de duración. Cada plano de la cinta está cuidado hasta el más mínimo detalle, convirtiendo su visionado en toda una experiencia audiovisual. Tanto los movimientos de ‘cámara’ como las acciones físicas de los diferentes personajes están realizados mediante la animación de manera natural y orgánica como si de una película de acción real se tratara, confiriéndole a toda la película un encanto y veracidad aún mayores. Tanto apasionados como primerizos de Van Gogh disfrutaran reconociendo entre los fotogramas de la película numerosas de sus obras cobrando vida por primera vez.
Tierra firme
Goya a mejor director novel, mejor actor y mejor actriz en el festival SXSW de Austin y hasta cinco premios en el festival de Málaga. Eso es lo que le valió a Carlos Marques-Marcet 10.000 Km, su ópera prima, en la que contaba únicamente con Natalia Tena y David Verdaguer y su ya evidente talento y punto de vista personal para adentrarse en el complejo mundo de las relaciones de pareja. Ahora el director catalán vuelve a la gran pantalla con Tierra firme (Anchor and Hope), en la que repite con el dúo Tena-Verdaguer, al que en esta ocasión se suman Oona y Geraldine Chaplin, para de nuevo afrontar los miedos, inquietudes, conflictos y desafíos a los que se enfrentan las parejas a día de hoy, de forma aún más acertada que en la primera ocasión.
Tierra firme supone lo que ya se veía venir con 10.000 Km: Marques-Marcet tiene un don innato para plasmar en imágenes la vida íntima, los sentimientos y las relaciones conflictivas, y se posiciona como uno de los grandes nombres a tener en cuenta en el futuro más inmediato del cine español. Rodeado de amigos y familia, rueda en Londres esta película, que sostienen en su totalidad y de manera impecable sus tres protagonistas, entre los que es evidente una más que sobrada confianza y amistad, que impregna toda la cinta de una abrumadora honestidad, sinceridad y realidad. Sin duda, uno de los mejores títulos proyectados en esta edición del festival, y probablemente de las mejores películas españolas del año.
My Generation
David Batty, director y productor británico enfocado hasta la fecha a la realización de pequeñas producciones de carácter religioso, da el salto a los grandes festivales internacionales de la mano de Michael Cane, con quien presenta My Generation, un retrato generacional de lo que fueron los años sesenta en Londres. Música, cine, arte y moda se aúnan en este documental repleto de caras conocidas entre las que destacan Roger Daltrey, Marianne Faithfull, Paul McCartney, David Bailey y Twiggy, entre muchos otros.
Desde los primeros minutos de la cinta, el estilo y el buen gusto están reflejados en toda la narración, comenzando como no podía ser de otra manera con una maravillosa secuencia de créditos de estética mod, que impregna el resto de la película. Es Michael Caine quien lleva el hilo de lo que en la película se cuenta a lo largo de los tres diferenciados actos, de sus orígenes de clase obrera y acento cockney a sus primeras películas y su salto a la fama, acompañado en todo momento de la música de The Beatles, The Who y The Rolling Stones. Un documental sobre toque supuso la revolución de los años sesenta en Londres para la sociedad y la juventud de la época, y que casi funciona como una lección y una llamada de atención para la conformidad en la que se encuentran las generaciones de jóvenes de hoy en día.
Sin amor (Loveless)
Hablar de Andrei Zvyagintsev es ya hablar de una apuesta segura. Si bien en 2014 sorprendió a medio mundo con su película Leviatán, en la que reflejaba la situación de la Rusia actual, y que arrasó allá por donde pasó, ahora vuelve sin que le tiemble el pulso ni un solo instante en su nueva película, Sin amor. En ella, Zvyagintsev explora a lo largo de sus dos horas de metraje la relación de un hombre y una mujer en trámites de divorcio que se enfrenta además a la desaparición de su único hijo.
Sin amor es sin duda una película que dividirá las opiniones del público y la crítica, pero lo que si podemos asegurar es que Zvyagintsev sabe de sobra lo que hace. El tema sórdido y duro de la película está narrando con inteligencia, buen gustoy un humor muy personal, y con unos planos y movimientos de cámara de ritmo pausado e indudable elegancia. Se trata de una película que plantea más preguntas de las que llega a responder, en la que el director aborda la idea principal como una crítica dura y realista de lo que son los conflictos de los adultos en la vida moderna, lo efímero de las relaciones y los sentimientos, hasta llegar a convertirse en parodia en algunos momentos.
Sicilian Ghost Story
Los italianos Fabio Grassadonia y Antonio Piazza vuelven con Sicilian Ghost Story al tema que hasta ahora ha marcado su aún incipiente carrera: la vida en Sicilia influía por la presencia de la mafia del lugar. En este caso, la historia se centra en el caso real de la desaparición del joven de 12 años Giuseppe Di Matteo en 1993, y los esfuerzos de sus familiares y compañeros de escuela por encontrarle, entre los que se encuentra Luna, la protagonista de la cinta.
La película es narrada navegando entre la realidad y la imaginación, a veces a partes desiguales y de forma irregular, centrándose en el punto de vista de la joven protagonista principalmente. A pesar de que se agradece el hecho de que el personaje principal de la película sea una figura femenina joven, fuerte e independiente, en muchas ocasiones parece que las acciones que desarrolla y el texto que interpreta se le quedan grandes para un personaje de tan corta edad. Sicilian Ghost Story narra con movimientos de cámara elegantes una historia sórdida y dura, que parece excederse un poco en su metraje total, para después abarcar el final de forma algo apresurada y precipitada.
El museo de las maravillas (Wonderstruck)
Después de arrebatarnos el corazón en 2015 con la maravillosa y exitosa Carol, Todd Haynes vuelve este 2017 con su nueva película: El museo de las maravillas, o Wonderstruck en su versión original. Una película en la que repite con Julianne Moore, con la que no había colaborado desde Lejos del cielo en 2002, y nos presenta a la debutante Millicent Simmonds y al algo más conocido Oakes Fegley (Peter y el dragón) en los papeles principales de esta historia narrada a partes iguales en los años veinte y los ochenta, y basada en la novela de Brian Selznick.
Por desgracia, no podemos decir que con esta nueva película Haynes mantenga el nivel de la anterior, si no todo lo contrario. La cinta se hace bastante larga e irregular, con un ritmo que no termina de cuajar y con una primera hora en la que apenas suceden eventos relevantes para la trama. La música sin duda cobra un papel principal en la película, siendo el hilo que narra, conduce y define todo el desarrollo, pero en esta ocasión parece que Carter Burwell no termina de encontrar el buen gusto que sin duda le define, y la música acaba siendo cargante y repetitiva. La aparición de Julianne Moore es casi anecdótica en el film, en el que abundan también las referencias a algunas de las pasiones e influencias de Haynes que ya hemos podido ver en otras ocasiones de su carrera, como David Bowie o Bob Dylan. En definitiva, El museo de las maravillas intenta ser una carta de amor a los museos, la música y a Nueva York, en un intento de hacer algo grande y poético, pero que acaba fracasando y siendo algo previsible y convencional la mayor parte del tiempo.
Call Me by Your Name
La carrera de Luca Guadagnino da un giro imprevisto hacia el éxito más rotundo con su última película, la aclamada Call Me by Your Name. Dejando atrás el fallido remake de La piscine en 2015, el italiano firma una de las películas que más está dando que hablar y que sin duda más premios cosechará esta temporada. Timothée Chalamety Armie Hammer son los protagonistas de esta historia de amor, descubrimiento y madurez, ambientada en la Italia de los años ochenta, y que se basa en la novela de André Aciman.
Poco hay que decir que no se haya dicho ya de esta película. Una de las mejores, si no la mejor, de este año, con las interpretaciones más honestas y auténticas, y con una de las mejores químicas vistas en los últimos años en la gran pantalla entre sus dos protagonistas. En las palabras de su director en la rueda de prensa encontramos algunas de las claves del fenómeno que está suponiendo: Guadagnino apenas ensayo una escena con ambos actores, pero si les concedió cuatro semanas previas al rodaje juntos, en las que sin duda nació esa buena conexión que vemos en la pantalla. La música es otra de las grandes claves: el compositor americano Sufjan Stevens (con el que el director se deshace en elogios) escribió dos canciones originales para la cinta y arregló otra anterior, siendo la clave para adaptar de manera exitosa y acertada la novela original (narrada en primera persona, que pasa a tercera en la película).
El sacrificio de un ciervo sagrado
Si bien con Langosta Yorgos Lanthimos llegó a Hollywood para demostrar de lo que era capaz, pero sin encontrar el éxito que alcanzó con Canino, llega ahora El sacrificio de un ciervo sagrado para redimirse y filmar una cinta que le corona como uno de los nombres con más proyección del cine internacional. En ella, Colin Farrel interpreta a un prestigioso cirujano y padre de familia que comienza a verse en apuros cuando un joven adolescente al que cuida y protege desde hace años comienza a comportarse de manera algo inusual con él y su familia.
Humor, violencia, sarcarsmo y sordidez se mezclan a la perfección en las dos horas que dura la película, de una forma en la que solo Lanthimos podría haberlo hecho. Una historia bien hilada y construida desde los primeros minutos, en los que ya empieza a nacer la atmósfera de opresión que inunda la película hasta los créditos finales. Una dura historia de venganza, remordimientos y la influencia del pasado en nuestras vidas, con la que filma probablemente su mejor estreno hasta la fecha, con unos Nicole Kidman y Colin Farrel impresionantes y un Barry Keoghan que se abre hueco a pasos agigantados en el mundo del cine.
Beast
Tras numerosos cortos, anuncios publicitarios y videoclips en los que ha demostrado sobradamente su talento, al británico Michael Pierce le llega por fin la oportunidad de dirigir su primera película, Beast. En ella narra la historia de Moll, una joven encerrada en el ambiente endogámico de su familia, cuya vida cambia cuando conoce casualmente a Pascal, mientras el vecindario entero vive atemorizado por la presencia de un asesino en serie en la comunidad.
Para Beast, Pierce se rodea de actores a los que estamos acostumbrados a ver en producciones de televisión británica, como Jessie Buckley (Taboo, Guerra y Paz), Johnny Flynn (Lovesick) o Geraldine James (Utopia), y firma un muy sólido y prometedor debut. Una película inversiva de principio a fin, que consigue crear tensión desde el plano uno, tanto con las imágenes como con la música. Un ambiente de opresión familiar, un asesino múltiple suelto en un pequeño vecindario, traumas y conflictos del pasado y una relación apasionada son todos los ingredientes que Pierce añade al cóctel y que hacen de Beast una pequeña joya del indie británico.
Film Starts Don’t Die in Liverpool
Películas con El caso Stevin o Push marcaron la carrera de Paul McGuigan a principios de los años 2000. Desde entonces le hemos visto como director ocasional de episodios de series de televisión, hasta que en 2015 volvió a la gran pantalla con Victor Frankenstein. Ahora, tan solo dos años después, lo hace de nuevo con Las estrellas no mueren en Liverpool, un drama británico en el que cuenta con Jamie Bell, Annette Bening y Julie Walters en los papeles principales, y que narra la historia de amor entre un joven actor y antigua estrella de Hollywood.
Hay algo poco convincente de entrada en el comienzo de la relación entre Bell y Bening, haciéndola parecer a ella simplemente una femme fatale y a el apenas un admirador y dejando la principal premisa de la historia en entredicho, pero la química entre ambos protagonistas es mayor conforme avanza la película. Sin embargo, a pesar del prometedor arranque y el interesante desenlace, la cinta se hace larga y densa en la mayoría de su desarrollo, sin terminar de enganchar, en 100 minutos en los que Jamie Bell brilla especialmente, dejando a Annette Bening en un plano más secundario.
Good Time
Los hermanos Benny y Josh Safdie, que ya cosecharon éxito internacional en 2014 con Heaven Knows What, regresan este año con Good Time, película ganadora del premio a la mejor banda sonora en Cannes. Un largometraje protagonizado por Robert Pattinson (quien desde hace años está completamente distanciado del cine más comercial que le vio nacer, como su excompañera de reparto Kristen Stewart), Jennifer Jason Leigh y el propio director Benny Safdie.
Con su mezcla de thriller y drama, y con claras formas de tragedia clásica, los hermanos Safdie buscan que cada minuto de la hora y cuarenta minutos que dura la cinta sean una aventura trepidante, sin descanso y con una energía imparable, y desde luego lo consiguen con creces. Sin duda la música, la dirección y el uso de la cámara son destacables en la cinta, pero si por algo brilla en especial Good Time es por sus interpretaciones, entre las cuales destaca de manera especial la de un irreconocible Pattinson, que se come la pantalla desde el arranque de la cinta, intentando sobrevivir y salir airoso de la vorágine de caos que él mismo provoca y la que va arrastrando a todo aquel que se cruza en su camino.
Una razón para vivir (Breathe)
En su debut como director, Andy Serkis da un giro radical con su carrera cinematográfica hasta la fecha, y nos presenta Una razón para vivir (Breathe), película en la que se basa en la historia real de los padres del productor y colaborador de Serkis, Jonathan Cavendish. En ella, Andrew Garfield y Claire Foy protagonizan a Robin y Diana, una pareja de recién casados que se ve obligada a enfrentarse a la enfermedad que él comienza a padecer, poniendo a prueba su amor y sus ganas de vivir.
Quizás, si no tuviéramos tantos ejemplos anteriores de cintas en las que sus protagonistas hacen frente a una dura enfermedad (Intocable o La teoría del todo son los ejemplos que a más de uno se le vendrán a la cabeza de primeras), Breathe podría ser enfocada desde un punto diferente. Pero no es así. Serkis nos relata una vez más lo que hemos visto en la gran pantalla ya cientos de veces, y sin aportarnos nada diferente a lo que agarrarnos: una historia sensiblera y moñas, en busca de la lágrima fácil de los espectadores, llena de tópicos y clichés de principio a fin. Es de esperar que al menos Garfield destaque en su interpretación pero, de nuevo, es inevitable caer en sus predecesores, y parece una versión cómica y ‘Jim Carriana’ del Stephen Hawking de Eddie Redmayne.
La forma del agua
Tras el estreno en 2015 de La cumbre escarlata, que recibió críticas mixtas pero que no termino de convencer al gran público, Guillermo del Toro vuelve en 2017 con la que sin duda es su mejor película desde El laberinto del fauno, estrenada hace ya más de diez años, en 2006. En esta ocasión, Sally Hawkins, Octavia Spencer, Michael Shannon y Richard Jenkins encabezan el maravillo reparto que protagoniza esta historia de amor entre una joven muda y un hombre anfibio en plena Guerra Fría.
Repleta de referencias al cine de todas las épocas (La mujer y el monstruo y King Kong son de las más claras, al igual que numerosos musicales clásicos), La forma del agua es un cuidado y elaborado cuento repleto de magia y fantasía, firmado como no podía ser de otra manera por el sello de Guillermo del Toro, violencia incluida. Cada detalle de la cinta está elegido con cariño y atención, desde una ambientación y una banda sonora impecables, hasta las geniales interpretaciones de todos los actores involucrados, destacando especialmente la actuación de una inmensa Sally Hawkins.
Una vida a lo grande (Downsizing)
Cuatro largos años han tenido que pasar desde que en 2013 Alexander Payne nos enamorara con Nebraska hasta ahora, cuando por fin nos presenta su nueva película: Una vida a lo grande (Downsizing). Con un reparto encabezado por Matt Damon, Hong Chau, Christoph Waltz y Kristen Wigg, el director firma una película en la que deja aún lado el drama y se encamina más hacia la comedia en lo que podría haber sido un capítulo de la nueva temporada de Black Mirror de haber sido tomado más en serio.
Una vida a lo grande es una divertida reflexión de Payne sobre las casualidades y causalidades que marcan el destino de la humanidad, de nuestras vidas y, de forma más particular, de Paul Safranek, el protagonista de esta historia. A pesar de lo cómico de las situaciones y de lo interesante del planteamiento de la cinta, Una vida a lo grande peca de abusar de los saltos temporales y de los constantes cambios para ser narrada, lo que la hace algo irregular y caprichosa en algunas ocasiones. En el aspecto actoral, Matt Damon destaca por encima de sus compañeros de reparto con una muy buena interpretación, mientras que Christoph Waltz parece interpretar a un personaje del que ya le hemos visto hacer multitud de veces.
Happy End
Michael Haneke nos vuelve a conducir al corazón de la familia Laurent, cinco años después de la maravillosa Amor, pero por desgracia con un resultado muy diferente. Acompañados en esta ocasión por Toby Jones y Mathieu Kassovitz, Isabelle Huppert y Jean-Louis Trintignant retoman sus papeles como Anne y Georges respectivamente para protagonizar Happy End, una película en la que los diferentes conflictos y tensiones familiares conforman el entramado del metraje.
Con Happy End, Haneke filma probablemente la que sea su película más floja, con una cinta que no termina de despejar en ningún momento desde su inicio, y con un ritmo y una tensión completamente inexistentes. En el largometraje abundan los planos estáticos y distantes, provocando aún más que sea imposible encontrarle un punto de conexión con el público o que tan siquiera cree algo de impresión. En definitiva, una película para el olvido que deja únicamente el memorable ‘momento Chandelier’, para unos una genialidad y para otros una soberana estupidez.
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