«¿Nadie lo ve excepto yo?«
Ya lo vimos al final de Batman #26. Tras el enésimo encontronazo del Caballero Oscuro con los usuarios del suero de Manbat, éste volvía a la mansión Wayne sólo para encontrarse con que una versión un tanto cambiada de Catwoman le estaba esperando con Alfred para recriminarle el no haberla llevado consigo en su última misión. Así daba comienzo Gothopía la saga con la que John Layman se despide de Detective Comics y en la que aprovecha para contar los deseos que anidan en el fondo de las almas de los integrantes de la Batfamilia y para ofrecernos una colaboración única entre su colección y las de Batgirl, Catwoman y Aves de Presa.
Como si se tratara de Dinastía de M, Layman nos lleva a una Gotham en la que todos y cada uno de los personajes del universo murcielaguil han alcanzado sus aspiraciones y viven en una ciudad segura, tranquila y prácticamente libre de delincuencia. En ella el Pingüino es un agradecido alcalde y la luz invade los disfraces de Batman y sus aliados, más alegres y dicharacheros que nunca. El único problema que asola a la ciudad es una oleada de suicidios que no parecen tener un motivo concreto y en los que las víctimas parecen despertar de una horrible pesadilla antes de atentar contra sus propias vidas… y la irrupción de una desquiciada Hiedra Venenosa que insta a los ciudadanos a «despertarse». ¿Estarán relacionados ambos eventos?
«Cada día es un bonito día cuando vives en Gotham City«
Layman nos ofrece, en compañía de los guionistas de las series con las que se cruza, una historia trillada y antigua, un What if? más en la editorial que los patentó como marca de la casa. El motivo subyacente a este cambio en la realidad y el hecho de que la saga no pueda incluirse en la colección Otros Mundos no engañan al lector avezado, que descubre rápido la voluntad del guionista por situar al murciélago en un ambiente más amable y aprovechar, de paso, para regalarle a los dibujantes Jason Fabok y asociados la posibilidad de rediseñar los trajes de los héroes de Gotham con unos motivos más «luminosos».
Sin embargo, trillado no quiere decir aburrido y si por algo se ha caracterizado la etapa de Layman al frente de Detective Comics ha sido por su facilidad para ofrecernos historias de una duración máxima de 2-3 números que han ido ampliando la galería nocturna de Gotham, por un lado, y que han servido para recuperar viejos enemigos del Caballero Oscuro y dotarlos de una cierta dignidad ciertamente aplaudible. En ocasiones, como es el caso de Clayface o Hiedra, ha sido en las páginas de esta colección donde los hemos visto dar los pasos necesarios para el cambio de tornas que eclosionaría en otra (El Caballero Oscuro: Barro es prueba fehaciente de esto).
La presente saga sirve, de hecho, para sacar a la luz viejas aspiraciones de los personajes que pueblan las calles de la ciudad gótica. El amor confeso y doloroso que ata a los alter ego de Selina Kyle y Bruce Wayne en el día a día de DC eclosiona en este arco y tendrá consecuencias en el futuro de la serie Batman, de la de Catwoman o, posiblemente, de ambas. Aún es más, cuando las alucinaciones comienzan a disiparse, vemos como las futuras tramas de Aves de Presa van a dependes mucho del momento que han vivido al final del crossover orquestado por Layman.
«¿Cómo voy a contarle que podría estar haciendo un trato con el diablo?«
En general, Gothopía sirve también para seguir haciendo hincapié en la necesidad de un compañero para Batman. El Caballero Oscuro se ha ido recluyendo más y más en sí mismo en la creencia de que rodearse de gente sólo daña a los demás y a sí mismo (ejemplos de ello no le faltan: Robin, Nightwing…). Pero está claro que Batman no puede con un mundo del crimen cada vez más organizado y con cierta tendencia a agruparse de manera ciertamente peligrosa (aquí el Sindicato del Crimen ha dado el ejemplo más claro). Su soledad autoimpuesta sólo está abundando en que sus enemigos logren pillarlo desprevenido más a menudo y lo que es peor, la gente a la que no quiere ver herida no suele ahora contar con él para que les proteja. Bonito dilema para el hombre murciélago.
La despedida de Layman nos deja un regusto dulce en la boca. Vale que ya estamos cansados de realidades alternativas y futuros posibles (sí, ya sé la que se nos viene encima en DC con Future’s End…), pero a veces es bonito pensar qué habría sido de los héroes de la editorial más oscura de Norteamérica bajo condiciones más favorables.
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