En su ánimo de llegar a cuanto más público mejor con una importante variedad de formatos para sus principales cabeceras, ECC Ediciones reedita el Batman de Tom King en formato cartoné después de su paso por las grapas de periodicidad mensual. Además, a diferencia de lo sucedido con la etapa de Scott Snyder, esta nueva etapa del Caballero Oscuro tiene una enumeración más genérica, que engloba las diferentes colecciones enmarcadas en Renacimiento. De ahí que este Yo soy suicida que nos ocupa, sea el tercer volumen después de Yo soy Gotham y del primer cruce con Detective Comics, La noche de los hombre monstruo (aunque este último sea totalmente prescindible para seguir las aventuras de Tom King).
Venimos de un primer volumen que servía a King para marcar su territorio, siguiendo una línea que bebe del final de la etapa anterior, pero que a su vez busca explorar otros rincones de Gotham. El autor supo cocinar una transición dulce entre etapas y ahora es cuando empieza a cocinar su etapa. En este sentido Yo soy suicida tiene algunos importantes aciertos y otros tantos fallos. Tom Taylor no es precisamente sutil en la conformación de su argumento y se muestra torpe cada vez que tiene que descartar alguna idea.
Desde el momento en el que Selina Kyle hace su presentación nos damos cuenta de que todo lo demás molesta al autor. Desde la trama de infiltración y rescate que vehicula el tomo a la razón de todo ello, que es ayudar a Gotham Girl, infectada por Psico-Pirata en el primer volumen de la colección. Su casi completa desaparición a partir del segundo capítulo o una forzada aparición de Amanda Wallar en la batcueva a mitad de la trama (solo para recordarnos que ella está metida en el ajo) solo reflejan la incomodad del guionista, cuyo único y verdadero interés es cimentar la futura relación entre Selina y Bruce (que ya sabemos que terminará en su no boda).
En el choque de ambos caracteres, en el estudio de uno y otro a través de la mirada del otro y de los lazos que comparten es donde más jugo saca Taylor a la historia. De esto se beneficia también Bane, cuyo personaje, al situarse en medio de ambos protagonistas, sirve de espejo retorcido y de catalizador. El autor está más preocupado en el desarrollo de ambos personajes que en la trama en sí (de ahí también el truco de la chistera para cerrar la aventura). Así, la sensación general es agridulce. La historia se queda a medio gas, pero el buen hacer con los personajes hace presagiar un potente futuro a corto-medio plazo para la colección.
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