Hiroshi Takahashi sigue desarrollando los personajes que nos presentó en el primer tomo de la colección.
«Se le ve bastante tocado, la verdad«
Un tomo nunca basta en el territorio del manga para demostrar si una serie es o no válida. El propio ritmo de las publicaciones niponas, la cadencia de sus hitorias, hace que unos pocos capítulos no basten para averiguar si una serie nos conquistará o si, por el contrario, la ahogaremos en el pozo del olvido. Las pocas colecciones que se salen de esta norma, sin embargo, nos emocionan, intrigan y enamoran desde la primera entrega, ya sea por la profundidad de la historia, por la belleza de su apartado gráfico o, como es el caso de la irreverente Crows de Hiroshi Takahashi, por el carisma arrollador de su protagonista.
Harumichi Bouya encarna las virtudes (y los defectos) de todo buen protagonista de un shonen: Es violento, un tanto cortito de entendederas, cuando come devora, le pueden las faldas, siempre está dispuesto al humor y, por encima de todo, encierra un buen corazón más allá de todas las características que enervan a quienes comparten su vida con él. De él podemos esperar una historia trágica como la de otros tantos personajes similares (Luffy y su triste pasado familiar, Ichigo y su fallecida madre, Naruto, su marginación… y sus difuntos padres…) que habrá superado dedicándose en cuerpo y alma a su sueño de… ¿ser el más fuerte de los matones de colegio? ¿Habrá una liga de eso? De pronto vienen a mi cabeza títulos como Tenjō Tenge o Ikki Tōsen, pero Crows se distancia de éstas dos (ambas nacidas tras el último número del manga de Takahashi) en aspectos clave que la diferencian y la hacen única.
«¡¿Cómo coño quieres que me calme, inútil?!«
Podría decirse que Crows nace en una época más sencilla. Sin las ataduras de lo políticamente correcto, Takahashi no tuvo que recurrir a lo sobrenatural ni al muestrario de braguitas que suponen sus «sucesoras». Por el contrario, Crows nos ofrece las aventuras de un auténtico deshecho social, un tipo por el que la escuela dejó de apostar hace mucho y que, a su vez, le ha dado la espalda a la sociedad para centrarse en aplastar cráneos y romper tibias. Los personajes de esta serie fuman, se pitorrean de los profesores, sacan navajas a la menor provocación y parecen carne de las Barranquillas. Se tratan de un cómic y de una temática impensables en medio del atocinamiento general del nuevo siglo y, precisamente por ello, Crows tiene un atractivo que ni todas las bragas rotas del mundo ni todos los pechos al aire libre pueden igualar.
Pero centrémonos en el argumento de los tomos que nos ocupan hoy. En el segundo número de la colección llega la inevitable batalla entre Bouya y la panda de Bandoh. El desenlace podría decidir qué banda se hace con el control de la escuela Suzuran, pero quizás eso haría que el manga perdiera pronto su interés, ¿no? O quizás nuestro protagonista esté más allá de las luchas y las intrigas. Juego de Tronos está muy bien para quien tiene la suficiente cabeza como para disfrutar con la estrategia, Bouya ya demostró en el primer tomo de la colección que su principal misión en esta vida es satisfacer sus instintos básicos de comer, buscar chicas guapas y pelearse cual orangután. Va a hacer falta mucho más que un par de bandas de chavales embrutecidos para darle a Harumichi un objetivo más elevado.
«¿¡Pero qué te ha pasado en la cara colega!?«
Con Crows #3 todo parece indicar que ha llegado el «Vegeta» de la serie. Rindaman, un gigantón silencioso y cuya leyenda ha crecido hasta sobrepasarle es en este volumen el rival a batir por parte de Bouya. Si embargo, las pasadas acciones de este personaje (no olvidemos que llevó al hospital a Hiromi al final del primer número) hacen pensar que, como en el caso del popular antagonista de Goku, su mito y su descomunal fuerza encierran secretos que aún están por desvelarse. El final del tercer tomo de este manga nos pone sobre la pista de lo que nos encontraremos más adelante y viene a decirnos que nos podemos olvidar de peleas «porque sí» de aquí a dentro de pocos capítulos. Hiromichi quizás esté comenzando a cabrear a quien no debe.
ECC ha tenido mucho ojo a la hora de editar en España Crows. Ahora, que tan de moda está el tema del bromance (lo que de toda la vida se ha llamado camaradería entre tíos, vamos) su manga de hace 20 años es más actual que nunca. Además, mola mucho ver a un macarra de los de toda la vida partiéndole la cara a los matones del colegio, ¿que no?
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