«¡Lo dio todo para ayudarte!«
Crows es simple, Crows es basto, Crows hace que sus personajes salgan de una pelea para meterse en otra sin que parezca a primera vista que hay una evolución en ellos… Y, sin embargo, Crows mola y Crows es uno de esos caprichos comiqueros que merece la pena darse de vez en cuando para recordar que el manga no son sólo argumentos híper-elaborados con mil revueltas, sino también pequeñas historias que se hacen grandes gracias al carisma arrollador de sus personajes principales y secundarios.
Porque Harumichi Bouya destila de esta virtud. Con las dotes clásicas del héroe de shonen manga (glotonería, pereza, propensión al cachondeo…), nuestro protagonista nos ha ido conquistando número a número (partido a partido) y no ha sido por la elegancia de sus ataques o por la inteligencia de sus apariciones, sino más bien al contrario, Bouya es uno de esos tipos que uno no sabe muy bien si amar u odiar pero de los que no puede evitar querer saber más. Como ocurría con el médico House, nunca querrías que te atendiese un capullo como él, pero te encantaba verlo por la tele. Lo mismo pasa con Yasuda, el clásico loser del manga (a veces me recuerda al Chitan de Las Guarradas de Kaizo) al que seguimos más por sus desventuras que por sus escasos y poco notables éxitos. Crows está pensado para hacer reír a la vez que vemos buenos combates y situaciones peligrosas, es un cómic que viene de una época no tan políticamente correcta, pero infinitamente más disfrutable que la actual. Leed y aprended hijos del nuevo siglo.
«Nosotros no somos así, por eso nos metemos siempre en este tipo de líos«
En el último número dejamos a Bouya recibiendo palos a diestro y siniestro por cortesía de Ryuushin Kuno, el hermano fuerte del líder del Frente Armado, Hideomi. La saga del Frente Armado, que comenzó en el tomo #3 de la colección, ve por fin su conclusión en el sexto tomo después de haber traído al manga un recrudecimiento significativo de la violencia (comienzan a aflorar las navajas entre los estudiantes de estos institutos marginales japoneses) y los primeros apuros serios para el rubiales que lo protagoniza. Si no hacemos trampas y no buscamos en internet ni en las películas el siguiente paso de la historia de este cómic, lo cierto es que Crows tiene la virtud de sorprender con cada nueva saga porque es tan difícil prever qué narices hará Harumichi a continuación que el argumento bien puede derivar a la yakuza o quedarse en las peleas callejeras hasta la conclusión de la colección de Hiroshi Takahashi.
Completa en estos tres tomos también nos encontramos una breve saga de relleno que nos presenta a tres nuevos personajes cómicos (y tremendamente fuertes se supone) que sirven para relajar los ánimos tras la tensión con que se resolvió el combate final contra el Frente Armado y para allanar el camino de cara a la próxima gran saga, que se comienza a intuir en las últimas páginas de Crows #7. Conocemos así a Bulldog y a la extraña pareja formada por Maruken y Kakuken (y sus peinados…) y descubrimos cómo los ‘mataos’, los eternos perdedores de la sociedad, no tienen más remedio que aliarse… o matarse a golpes.
«¡Que se maten entre ellos!«
Igual de interesante que el manga me parece la vida de su autor, que él mismo nos desgrana en los breves respiros entre capítulo y capítulo que él titula «Datos Varios Sobre Mí«. Aquí vemos de dónde sale tanto amor por los perdedores, el colega Takahashi nos relata sin tapujos su escaso interés por los estudios, que derivó en un escaso interés por la cocina y un gran interés por el pachinko. Nos cuenta también cómo toda una vida dando tumbos derivó en un momento de iluminación (y hambre) que lo llevó a querer dedicarse en cuerpo y alma al noble oficio del mangaka. Tiene suerte el tipo de tener una gracia natural con la que impregna a sus obras, porque al muy vago todavía lo descubrimos con muchas caras a medio perfilar y guías a lápiz a medio borrar en la versión terminada y revisada del manga. Menuda pieza.
Siete tomos van y no me canso de recomendar esta serie. Aún estáis a tiempo de reíros a carcajadas con las salidas de tono de Harumichi y el resto de los casos perdidos de la escuela Suzuran. Crows es uno de esos cómics que si no existieran tendrían que inventarse, por nuestra propia salud mental. ECC ha tenido un gran ojo a la hora de escoger qué parte del cuasi-infinito catálogo del manga traer a España y Latinoamérica.
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