«¡¡Dentro de cinco minutos de arrepentirás de eso!!«
Que sí, que a todos nos cae muy bien Bulldog y tal, que ha sido muy divertido ver crecer a los integrantes de la Alianza Kurotaki, pero los lectores de Crows ya echábamos de menos a Harumichi Bouya, a su fuerza descomunal y a su mente perturbada. Ya al final del tomo anterior, con Teru, Parko y Kiiko sembrando el caos y el terror entre los matones a los que tanto queremos, tuvimos ocasión de volver a ver al protagonista del manga entrando en contacto (literalmente) con Kiiko. En Crows #11 seremos testigos de la conclusión de este importante arco argumental.
La pelea contra estos tres personajes, como reflexiona el propio Hiroshi Takahashi, sirve para demostrar a los protagonistas y al lector que nadie es invulnerable y todos los chavales (independientemente de su nivel de fuerza) son capaces de ser derrotados por alguien más fuerte o mejor preparado. Pero también tiene la función de romper un poquito a un grupo de caracteres poderosos para lograr que las piezas resultantes encajen mejor entre ellas. Dicho de otro modo, la serie de victorias y derrotas que hemos contemplado en los últimos tomos tiene como conclusión en Crows #11 un grupo más unido al que vuelve triunfal tras su accidente de tráfico el pacífico Bull.
«¡¡He venido a matarte!!«
Las cosas se ponen bastante más serias a partir del siguiente número. Hasta ahora hemos tenido, básicamente a gallitos demostrándoles a los demás lo fuertes que eran y el aguante que tenían, en Crows #12 hace irrupción el instituto Housen, un rival de la Suzuran del que no habíamos oído hablar nunca porque una escalada de violencia entre ambas escuelas en el pasado acabó con un trágico desenlace y con las bandas dominantes de cada una de ellas prometiendo no volver a poner un pie en el territorio de la otra. Sin embargo, las promesas del pasado son difíciles de mantener en el presente y la presencia en la Suzuran de animales como Harumichi o Rindaman la convierte en el blanco de cualquier otra escuela que quiera hacerse un (mal) nombre.
Este nuevo enfrentamiento se organiza de una manera muy similar al que hubo en el pasado con el Frente Armado, pero aquí no tenemos a un líder pusilánime rodeado de matones leales y sin escrúpulos. En lugar de ello Housen se nos presenta como una caterva infinita de «masillas» calvos como bolas de billar comandados por algunos lugartenientes de cierta fuerza a los que dirigen (tanto con su consentimiento como sin él) unas figuras en la sombra que no tardaremos en conocer. La otra diferencia es que en esta ocasión no tenemos a Yasu de rehén para darle algo de vidilla al asunto, en lugar de ello Takahashi vuelve a ‘librarse’ de Bouya para darle algo de protagonismo a sus subalternos. La manera de sacar al protagonista de la ecuación es… expeditiva y va a condicionar bastante el desarrollo de la historia en los siguientes cómics. Pero bueno, ya hemos visto a Harumichi desafiar las leyes de la naturaleza y de la lógica en otras ocasiones.
«Tú y sólo tú eres el líder de nuestra escuela«
Me hace gracia que del grupito inicial de rivales/seguidores de Harumichi, Mako y Pon han quedado relegados a un mero papel de comparsas cómicos a lo R2-D2 y C3Po (de la misma manera que en otros shonen lo hicieran Yamcha, Chad o el pobre Rock Lee) mientras que Hiromi se ha ido convirtiendo en el segundo de facto (si obviamos al bueno de Yasu) en la escuela y el único con la suficiente cabeza como para comprender las motivaciones y las estrategias de propios y extraños. El propio diseño del personaje se ha ido refinando con el paso de los tomos y la verdad es que, personalmente, me gustaría que disfrutara de algo más de protagonismo (que en los tomos 12 y 13 de la colección le es ‘robado’ por el regreso de un personaje que prometía bastante y se quedó en nada y que ahora disfruta de una segunda oportunidad).
A quien aún no haya desembarcado en esta genial serie se le está comenzando a acumular el trabajo (aunque la verdad es que los tomos se leen del tirón y casi sin respirar). El manga de Takahashi es un gran representante del cómic nipón de los 90: políticamente incorrecto, divertido, macarra y con un trasfondo serio (no necesariamente dramático a lo «tus padres murieron para salvarnos y encerraron un demonio en tu ombligo«) que engancha más y peor que las drogas. El catálogo manga de ECC quizás no sea ni tan grande ni tan actual como el de otras editoriales, pero está claro que la búsqueda de la calidad ha primado por encima de la aventura de lo nuevo, Crows es buena prueba de ello.
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