«No soy vuestro salvador… sino vuestro carcelero«
Joshua Hale Fialkov ha gozado desde el primer momento de su aterrizaje en DC de una libertad creativa lo suficientemente grande como para poder desplegar sus alas en un mundo del cómic que cada día se ve más constreñido por la necesidad de cuadrar las historias de tal y cual héroe para que los «supergrupos» y los grandes eventos anuales no nos pillen desprevenidos ni se merienden la continuidad. Pero con el mundo abandonando la fiebre crepuscular por los vampiros y entregándose a los siempre fiables y descompuestos zombies (ParaNorman, World War Z, Memorias de un Zombie Adolescente, el último vídeo de la Duquesa de Alba…) ¿por qué negarle al autor de Elk’s Run la posibilidad de hacer un poco de su magia con unos cuantos chupasangres?
Yo, Vampiro ya está oficialmente cancelada en Estados Unidos. Normal. Fialkov ha utilizado la libertad que se le ha dado para construir un relato apasionante que, sin embargo, no funcionaría en una serie de larga duración ya que, para bien o para mal de sus protagonistas, se ve abocado a un cada vez más inminente final. Esto es así, entre otras razones, porque el guionista ha adoptado una de las máximas que han aupado a la serie de Juego de Tronos a lo más alto: No apuestes por nadie / Nadie está a salvo.
Otra de las máximas podría ser que el protagonista -esencialmente bueno- no toma ni una sola decisión correcta. Vivimos en una época en la que los perdedores (guapetes y simpáticos, eso sí) tienen más sex-appeal que George Clooney, Hugh Grant y Leonardo DiCaprio juntos y en su mejor momento. Andrew Bennett se hizo, tras los acontecimientos de El Alzamiento de los Vampiros (Liga de la Justicia Oscura #2 y #3), con los poderes mágicos y vampíricos de Caín, el primero de la estirpe. Su tardía decisión le ha llevado a constituirse en una especie de Jesucristo Superstar de los hijos de la noche, que le han seguido en estampida hasta los desiertos de Utah. Pero Andrew no está a gusto comandando a unas hordas literalmente sedientas de sangre y pronto vuelve a meter la pata… Cada uno se entretiene como quiere.
«Vamos a combatir el fuego con una bomba nuclear«
Pero el segundo tomo de Yo, Vampiro no podía tratar sobre Andrew y Mary haciendo de niñeras de un par de miles de vampiros. Justo al final del Alzamiento vimos como John Troughton y Tig iniciaban un viaje que les llevaría a las puertas del cuartel general de la Orden de los Van Helsing. Y en este tomo se verá cómo la crisis de Caín se podría haber visto muy empeorada. Por si no teníamos bastante con nuestros amigos de colmillos afilados, en los capítulos de esta entrega veremos zombies, momias, miembros de Stormwatch… bailar juntos en una especie de orgía de sangre y cuerpos descompuestos que Fialkov va acelerando más y más hasta llevarla a un clímax que, al menos a mí, me deja con una sed increíble de nuevos capítulos.
Tras el número 19 de la serie, Fialkov dirigirá sus alas a retos tan variados como la narración de las aventuras de Alpha para Marvel o de The Devillers para el sello Dynamite (¡se cancela por sorpresa su participación en Green Lantern Corps!), pero nos dejará con uno de esos clásicos instantáneos cuyas páginas nos sorprenden una y otra vez. También se irá, aunque un poco antes, Andrea Sorrentino (dibujará los nuevos capítulos de Green Arrow tras la renovación del equipo creativo). El equipo que han formado Fialkov y Sorrentino es, con total seguridad, la mejor baza de esta colección y una de las razones por las que su compra es imprescindible para los coleccionistas del mundo del cómic.
ECC recopila los número del 9 al 12 de Yo, Vampiro por un precio algo inferior a los 9 € (un alivio porque el primer tomo fue considerablemente más caro). La única pena ya la he comentado antes y es la decisión de editar los capítulos 7 y 8 de la colección bajo la cabecera de la Liga de la Justicia Oscura, lo cual imposibilita por completo el seguimiento de una sola de las series sin prestar atención a la otra. Es lo que pasa cuando has de editar en tomos lo que en Estados Unidos viene en grapas.
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