Jeff Lemire y Andrea Sorrentino proponen un continuo juego de reflejos en este segundo (tercero si contamos el número #0) tomo que Panini dedica al viejo Logan en su línea Marvel Saga.
«Me hago el valiente porque no tengo alternativa«
Asentado ya en el presente que le ha tocado vivir, este Lobezno desplazado de su época y realidad poco a poco va desprendiéndose del miedo a repetir el pasado, al tiempo que los recuerdos de un futuro que no fue adquieren nuevos matices y aprende a reconectar con la esperanza de un presente no escrito.
Este proceso le conduce hasta Japón, lugar estrechamente ligado a su trayectoria y que aquí, descubrimos, punto de inflexión en esa realidad que daría lugar a los Baldíos. Y esa es una de las claves de la actual revisión y expansión del clásico El viejo Logan. Lemire y Sorrentino no solo plantean un relato que da continuidad al personaje en el presente del universo Marvel, sino que transitan por el pasado del personaje, rellenando el amplísimo espacio que hay entre aquella fatal noche que acabó con el mundo y la apacible (todo lo que se puede en un páramo después del fin del mundo) vida del ya longevo mutante junto a su familia hasta que los hulks truncan su suerte.
La pareja creativa coquetea con algunos de los lugares comunes de Lobezno en Japón, pero proponiendo algunas diferencias (empezando por la organización a la que se enfrenta nuestro protagonista, creada para la ocasión) que aportan frescura al conjunto y les asegura huir del socorrido revival de mejores momentos del que suelen adolecer otros proyectos cuando acuden al pasado de sus personajes.
Uno de los aspectos más interesantes de la lectura es cómo está estructurada la aventura, con el futuro pasado transcurriendo en paralelo al presente en el que hace tandem con Dama Mortal. En ambos momentos Logan se enfrenta a una situación límite, pero mientras en su antigua realidad cualquier decisión se supeditaba a la supervivencia, ahora es libre para repetir errores o buscar nuevas opciones. Ante esta perspectiva, incluso la significación de sus recuerdos adquiere otros matices.
Con este viaje, Lemire y Sorrentino no solo están creando una de las mejores etapas de Lobezno en años, sino que reivindican y homenajean la obra de Millar y McNiven.

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