«Ese es mi primer recuerdo. Pienso en él a menudo, pero no tengo ni idea de qué significa«
D. M.: Después de la Muerte requiere algo de lo que este verano infernal de tardes a más de cuarenta grados viene cargado: ratos largos sin demasiadas ganas de mover un dedo, concentrados en una única tarea. La tarea de leer, digerir y disfrutar de la obra que se han sacado de las chisteras dos de los genios de la narrativa en viñetas actual: Scott Snyder y Jeff Lemire. Ambos son de esos nombre que apenas necesitan de introducción para quien haya leído dos o tres cómics en la última década, pero (por si acaso esto ha caído en tus manos como un regalo para cubrir tu cabeza del inclemente sol de julio) digamos que Snyder ha escrito una fabulosa etapa de Batman para DC (y está actualmente enfrascado en el Undiscovered Country que, como ocurre con este cómic, también publica Planeta). Lemire, por su parte, tiene a Green Arrow y Lobezno como sus dos grandes incursiones en el mundo de las capas, pero ha triunfado por ideas originales como Sweet Tooth, Descender, Gideon Falls o la premiada Trillium.
Estas dos mentes se unen para crear una obra que es mitad prosa ilustrada y mitad cómic al más puro estilo Lemire (breves textos y caras asustadas, temerosas de un mundo y unas situaciones que les sobrepasan y se sumergen en el terreno de lo desconocido). Mientras que la parte de Lemire, más centrada en el presente del personaje protagonista, es dinámica y (si uno se hace a su siempre extraño estilo pictórico) apasionante y de pura ciencia ficción, Snyder nos abofetea con una narrativa interesante, sí, pero de difícil digestión por su densidad pese a hacer referencia a unos supuestos diarios de un chaval del este de los Estados Unidos que se terminó convirtiendo en ladrón, primero, y en una suerte de ser inmortal después.
«Se está muriendo, claro. Básicamente ya está muerta«
Y es que, pese a hablarnos de la cura de la muerte, D. M.: Después de la Muerte se centra mucho más en, justamente, el final de los días. Reflexiona Snyder sobre la futilidad de las vidas anodinas, sobre cómo malgastamos las energías que nos son concedidas cuando somos jóvenes, sobre como la propia humanidad se va dejando llevar por una corriente de muerte que va más allá de las pandemias, el cambio climático y las guerras y que hunde sus raíces en el hastío de una Historia que no parece avanzar, sino repetirse, del sentir que las cosas sólo mejoran lo justo como para que, al desmoronarse, sigamos en el mismo punto de partida. Piensa mucho (algo personal veo ahí) acerca de las enfermedades raras, en quienes las padecen, su sufrimiento y la poca esperanza que albergan de una cura. Todo esto en densas páginas repletas de texto y pensamientos del protagonista. Como decía, un plato algo pesado de digerir.
Sin embargo (y aunque el final no termina de convencerme) D. M.: Después de la Muerte mola bastante. Tanto que enseguida he pensado que estaría bien verlo transformado en algún tipo de miniserie que aprovechara sus fortalezas y supiera adaptar al formato audiovisual las debilidades de este cómic para hacerlo más cercano a los espectadores. No he debido de ser el único en pensarlo, puesto que Sony compró los derechos para una posible película en torno a esta historia allá por 2016, cuando sólo se había publicado uno de los tres capítulos que la componen. Ojalá en algún momento se atrevan a llevar este proyecto a buen puerto: la situación en nuestro planeta nunca había sido tan cercana a la que ya imaginaron hace más de un lustro Snyder y Lemire.
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