Concluidas las Secret Wars hickmanianas tocaba reubicar personajes e historias en el marco de la nueva Tierra Primordial (acepción que con los años caería en desuso para volver a la tradicional Tierra-616). Entre esos héroes perdidos sacados de su tiempo (y universo) estaba un viejo Logan al que le tocaría la lotería en esta actualización del universo Marvel, pues su destino sería guiado nada menos que por Jeff Lemire y Andrea Sorrentino.

 

«Necesito tomarme un permiso de la Patrulla-X«

 

Con Sorrentino, eso sí, ya había hecho la escala anterior de su viaje, así que al adentrarnos en estas páginas nos podemos hacer una idea más o menos certera del tono con el que la serie se presenta. Y es que el de Sorrentino es uno de esos casos -no muy habituales en el marco de los superhéroes y mucho menos en las ligas marvelitas o deceítas- en los que el dibujo es capaz de condicionar el enfoque y tono de las historias que ilustran y a las que dan forma. Y Lemire, que también presume de tener una voz muy personal, le ofrece a su compañero un relato con el que lucirse desde las primeras páginas.

 

 

Para situarnos, aunque el tomo de Panini Cómics presente un 1 en el lomo, la historia tiene lugar justo después del volumen dedicado a la miniserie que se circunscribía a las guerras secretas (que a su vez se refería a la historia original de 2008 de Mark Millar y Steve McNiven), hasta el punto de fundirse el final de aquella con el inicio de esta nueva andadura. Si tenéis aquel tomo a mano, comparad las semejanzas y diferencias de ambas escenas desde el fogonazo blanco que hacer despertar a nuestro héroe.

 

¿Qué implica esto? Que debéis hacer acopio tanto del volumen #0 como de las Secret Wars hickmanianas para entrar de lleno y sin deudas pendientes al cómic ideado por Lemire y Sorrentino. Porque ahí donde Brian Michael Bendis se preocupaba en secar posibles lagunas respecto al cómic original (el de McNiven y Millar de 2008) para que su historia pudiera ser disfrutada -más o menos- sin mayor bagaje previo, Lemire mira al futuro, pero también al pasado, buscando todo aquello que no se narró en su día para darle él su contenido.

 

Así, el guionista da por hecho que conocemos cuál es la mochila con la que carga Logan y lo que hace es profundizar en lo que guarda la misma, construyendo el futuro (presente) del personaje, al tiempo que crea nuevas capas de recuerdos pasados que, a su vez, se reflejan en esta Tierra que nunca fue la suya. En cierta manera podemos entender esta primera etapa de la aventura de Lemire y Sorrentino como un «Logan busca su sitio» pues -para bien- nada está en su sitio. El pasado que creía conocer no es tal, las diferencias, aunque sutiles, son tan radicales (la identidad de Hulk, la presencia de Jean Grey) que hacen poco probable el devastador futuro del que viene este Lobezno.

 

 

Este tomo, que recoge los dos primeros arcos de Lemire y Sorrentino, presenta a un Logan dispuesto a hacer cualquier cosa por evitar el fatal destino de los suyos, pero la imposibilidad de dicho destino implica cierto vacío en el héroe, porque significa que lo bueno que conoció tampoco tendrá lugar. Esta en un mundo diferente al suyo, con personajes y circunstancias alternativas a las que él conoció. Si bien los autores no entran del todo en la cuestión (llevaría a un tono aún más amargo… y no podemos perder de vista que estamos ante un cómic Marvel mainstream, pesando para grandes audiencias y con íntimas conexiones con La Extraodirnadia Patrulla-X, que aspiraba a ser la referencia de la franquicia), dejan que se filtre lo suficiente para acentuar el carácter crepuscular del cómic, pero también para darle el objetivo de proteger aquello que podrá ser y que en sus horas más bajas le sirvió de ancla.