El viejo Logan vuelve al catálogo de Panini Cómics. Pero no hablamos de la miniserie original de Mark Millar y Steve McNiven (disponible actualmente tanto dentro de la línea Essentials como en Must-Have), sino de la secuela/reimaginación de la misma que llevaron a cabo Andrea Sorrentino y Brian Michael Bendis en el contexto de las Secret Wars hickmanianas y que luego daría lugar a una excelente serie guionizada por Jeff Lemire durante una veintena de números.
«Primero tengo que entenderlo«
Desde su publicación en grapa hace ya diez años no habíamos tenido la oportunidad de (re)descubrir esta historia alternativa del Logan crepuscular. Una oportunidad que nos brinda Marvel Saga (TPB) y que nos invita a recorrer y escapar de los baldíos. Un camino, el propuesto por Bendis, arduo y hostil si lo hacemos sin equipaje.
Por una parte porque la acción arranca justo donde la dejaron Millar y McNiven en 2008. Acabada la amenaza de los Hulks, Logan se adentra en los páramos en busca de algo incierto y repartiendo un poco de justicia allá donde fuese necesario. Sin ser imprescindible -Bendis se encarga de darnos las líneas principales para entender de dónde venimos-, es una lectura recomendable: por contexto y porque es una de las obras capitales de la Marvel de los 2000. Cualquier excusa es buena para recomendar El viejo Logan; esta, además, no puede ser más apropiada. Bendis aporta nuevos horizontes, pero es tremendamente fiel al espíritu original. Recoge al personaje y lo desarrolla llevándole a un punto de inflexión en el que pasado y futuro se difuminan.
A nivel de personaje el aspecto más interesante (respecto al legado de Millar) lo encontramos en la relación que establece entre Logan y Emma Frost. Tradicionalmente son dos personajes muy diferentes entre sí. Se respetan, pero nunca diríamos que son íntimos. Aquí, sin embargo, una vida de sacrificio y dolor compartidos les ha llevado a estrechar lazos de tal forma que nos hace pensar que en las circunstancias apropiadas, sus contrapartidas de Tierra-616 podrían llegar a ser grandes amigos. En este Mundo de Batalla hay entre ellos un genuino afecto que trasciende a las diferentes versiones de ella y que Sorrentino ilustra a la perfección con un emotivo abrazo en la página ocho del quinto capítulo.
Y este es el equipaje que sí resulta indispensable para acometer el viaje. Esta es una secuela alternativa, ambientada en la realidad dispuesta por Muerte durante sus Guerras Secretas. Este Logan y estos baldíos no son exactamente los ideados por Millar y McNiven, sino que viven en una versión del mismo moldeada por el todopoderoso Muerte y separada de otras realidades (como la de los Marvel Zombies [también de Millar] o una Era de Apocalipsis) por un muro imposible y un ejército de Thors. El viaje de Logan le llevará a transitar por diferentes territorios que van despertando viejos recuerdos y quebrando otros tantos, así como su noción de la realidad asumida. La búsqueda de algo incierto se concreta en una búsqueda de la verdad del mundo.
Un artículo extra a sumar al prólogo de Julián Clemente habría sido deseable para facilitar la entrada los lectores y no ponerles en la necesidad de adentrarse en el evento del que nace esta miniserie (las Secret Wars), no solo para contextualizar y comprender el funcionamiento de este multiverso concentrado que es Mundo de Batalla, sino también para completar un desenlace al que, sin más lecturas que El viejo Logan, le faltan piezas. Así, a diferencia de la aventura original de este Logan crepuscular, Secret Wars es tanto una lectura recomendable por sí misma (no se nos ocurre evento mejor en los últimos 20 años), como imprescindible para disfrutar plenamente de esta aventura. ¿Nuestra recomendación? 1º, El viejo Logan de Millar y McNiven; 2º, Secret Wars de Jonathan Hickman; y 3º, El viejo Logan de Bendis y Sorrentino.
Y no podemos despedirnos sin hablar del arte de Sorrentino, de profunda carga narrativa tanto en la elección de planos como en la propia composición de las páginas. Los primeros planos son la nota dominante, reflejando expresiones y manos. Las primeras muestran el estado emocional del personaje y las secuelas de su interminable lucha. Las segundas, enseñan tanto la violencia del mundo al ritmo que marcan los ¡snikt!, como la humanidad y esperanza de un roce reconfortante.
Mientras, las composiciones también establecen una contraposición de ideas muy interesante. Las páginas en las que las viñetas están dispuestas cual celda que aprisiona a Logan se enfrentan a otras tantas en las que este lucha y se rebela ante la mentira de un mundo incapaz de contenerle, culminando en una secuencia en la que páginas dobles de recuerdos no vividos se intercalan con páginas en blanco que subrayan que el futuro está aún por escribir.



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