«Tiene que haber algo que no sabemos«
Último tomo de la colección. De verdad. No un último tomo que da lugar a una Primera Temporada ni una última entrega que da pie al fin de su serialización en España. No. La colección de Green Lanterns llega a su fin en nuestro país tras haber hecho lo propio en Estados Unidos y para dejar paso a los nuevos Green Lanterns de Grant Morrison. ECC recopila en este volumen la última gran aventura de Jessica Cruz y Simon Baz antes de graduarlos con honores como protectores del universo deceíta.
Han sido ocho volúmenes maravillosos que han logrado que me reenganche al imaginario de los Lantern más incluso de lo que logró Geoff Johns con su fabuloso trabajo con la franquicia (y su particular Renacimiento). Y es que mientras que no llegué a tiempo de leer la colección de Johns desde el principio (aunque ECC la ha recopilado muy bien en cómodos tomos en cartoné) sí que he podido disfrutar de las aventuras de estos dos nuevos personajes desde su primera entrega… y ha sido una delicia verlos evolucionar con cada nueva aventura y cada nuevo dilema.
«Ha llegado vuestra hora«
Porque partimos de la base de una mujer con una agorafobia galopante y de un hombre perseguido por su pasado y por su religión (musulmán en Estados Unidos, le faltaba la diana en el pecho). Y hemos llegado desde ahí a una pareja al más puro estilo de las series policiales (compañeros, sin romances ni ñoñerías) en la que ella ha logrado dejar atrás sus traumas y sus temores para emerger como una de las Lanterns más poderosas y compasivas y él ha sabido apartar sus inseguridades para transformarse en un sólido elemento de apoyo para el cuerpo al que representa y la familia y amigos a los que desea proteger. Todo ello siguiendo un camino que ha sabido huir a tiempo de los clichés y que nos ha permitido ahondar en la frase lapidaria de estas series de que el anillo le llega a alguien «capaz de vencer grandes miedos«.
Y es que, para mí, esa ha sido la gran fortaleza de Green Lanterns: ser capaz de mostrarnos como personajes imperfectos (sí, Hal, Kyle y el resto también lo son, pero asumamos que no partían en igualad de condiciones) eran capaces de alzarse como os verdaderos héroes que ocultaban en su interior por encima de sus pasados y sus obstáculos personales. Green Lanterns se ha convertido en el espejo en el que a muchos de nosotros nos gustaría vernos reflejados. Y sinceramente creo que esa debería ser siempre una de las aspiraciones de cualquier cómic de superhéroes que se precie: servir de ejemplo y de inspiración para todos aquellos que pasan por sus páginas.
«¡Cualquiera que no tenga miedo es idiota!«
La aventura que nos ocupa hoy pone al cuerpo entero de Lanterns en jaque con el regreso de un villano que ninguno vimos venir. Lo divertido del asunto es que, pese a jugar con temas como la desconfianza y las sospechas de traición, hace ya tiempo que dejó atrás este tipo de juegos sucios entre compañeros y sabe hacer que Cruz y Baz actúen como un único individuo en dos cuerpos cuando la situación lo exige. Este es el grado de compenetración que les otorga y el cariño y la confianza que se ha establecido entre ambos. Y esto hace mucho más significativa la escena final del cómic, que deja las cosas preparadas para que Morrison pueda hacer de las suyas con total comodidad.
El campo que se encuentra el veterano guionista es el de un statu quo que rechina un poco (entiendo el cambio de sede para los Lanterns, es parte estructural de esta saga, pero no un regreso a Oa sin apenas justificación), pero cuenta con un plantel de Lanterns (Green Lanterns, nada de White o cualquier otro color) que nunca había sido tan nutrido en lo que a los humanos se refiere (y aún nos queda por ubicar al Teen Lantern de la Young Justice de Brian Michael Bendis) y que está preparado para afrontar cualquier clase de nueva amenaza que el escritor de locuras como El Multiverso sea capaz de imaginar. Termina una etapa, lo hace como debería y nos deja preparados ante un futuro ilusionante. Así sí.
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