«¿Quiero registrarme para que me recomienden mi pareja ideal por sólo 9,99 dólares al mes?«
Vivimos una época extraña. El ritmo de vida capitalista, la necesidad de producir más y mejor, de seguir formándose y de exprimir cada segundo de nuestro tiempo ha terminado por aislarnos, tanto física (por falta de tiempo) como mentalmente. Las redes sociales parecieron llegar para aliviar este problema: un punto virtual en el que encontrarse de forma instantánea con toda esa gente a la que no logramos (o nos resistimos) a ver en el día a día, pero o bien no han cumplido su función o la humanidad no está preparada todavía para aventurarse en el mundo virtual, porque lo cierto es que todos los Twitters, Facebooks e Instagrams del mundo no han hecho sino aislarnos aún más, construir vidas perfectas en la nube para evitar mostrar a los demás nuestras miserias y desahogar nuestras frustraciones contra el anónimo desconocido de turno. Podría pensarse que esto afecta especialmente a quienes no hemos nacido rodeados de este mundo etéreo, pero lo cierto es que quienes nos suceden viven inmersos en las mismas problemáticas que nosotros. Sigo pensando que las redes sociales forman parte de nuestro futuro, pero sin duda alguna no encajan bien en nuestro presente y aún les falta una fuerte evolución.
Esto no quita para que exista una red social para cada ámbito de nuestra vida. Tenemos, aparte de las tres ‘grandes’, a Tripadvisor y similares para cada vez que nos queremos ir de viaje, a LinkedIn para buscar trabajo, Netflix, HBO, SKY… nos suministran nuestra dosis de cultura y, cuando nos sentimos verdaderamente solos y necesitados de compañía (ya sea sentimental o en un plano más físico y hormonal) Tinder y el resto de plataformas de este estilo vienen a nuestro ‘rescate’. No me avergüenza confesar que tengo un perfil en esta red social. Con una ajetreada vida laboral que me tiene enfrascado unas diez o doce horas diarias y una constantemente repleta agenda de viajes y planes para saciar mi apetito fotográfico he descuidado la parcela de conocer gente nueva bastante y esta aplicación me pareció una manera interesante de ampliar horizontes y círculos de amigos. Sin embargo, lo virtual no logra sustituir a lo personal, aún no, y raras veces una conversación eterna con alguien desconocido ha llevado a algo más que a eso… una conversación intracendente. El capitalismo, por recuperar el tema, nos ha educado en la inmediatez y estas aplicaciones nos la ofrecen gratis o por baratas suscripciones, pero lo inmediato jamás ha sido sinónimo de calidad y hay que darle a estas nuevas herramientas la importancia relativa que tienen: sirven para promover algunos primeros contactos, pero la interacción real siempre será necesaria para concretar las cosas y darles la dimensión y la relevancia debidas.
«Lástima que yo no esté en el mercado«
Cuento todo esto porque el sexto volumen de la serie de Green Lanterns que publica ECC nos presenta a Caper, un Tinder para superhéroes que comienza usando Baz para contactar con gente que pueda entender su complicado estilo de vida y que rápidamente se gana a Jessica como usuaria (y encima de pago). La reflexión que hace Tim Seeley sobre este fenómeno (adornada con una secta que secuestra superhéroes y trafica con ellos) va muy en línea de lo que he escrito unas cuantas líneas más arriba. Ya desde el anterior volumen vimos como Simon cortejaba a otra heroína que había conocido a través de esta red social, pero también al final de ese número veíamos como, tras un primer y fogoso encuentro, ambas partes descubrían que no compartían más que una serie de necesidades y unas cuantas características en común. Lo hablaba hace algún tiempo con mi hermano: no es tan importante el que os gusten las mismas cosas o salgáis por los mismos sitios como que, en lo verdaderamente importante, se produzca una conexión genuina. Y para que esto se produzca, amig@s mí@s, hace falta el contacto de persona a persona. No hay más.
Y precisamente de esta dualidad trata este tomo al completo. La primera parte con los problemas sentimentales y las relaciones interpersonales de Baz de fondo y la segunda mitad con la fobia y la ansiedad de Jessica como elementos con los que la co-protagonista construye un muro a su alrededor. El caso de la Lantern Cruz es extremo, pero (y con esto vuelvo al tema con el que comencé el artículo) en la sociedad actual vivimos rodeados de muros. Nadie, en el trabajo, la discoteca o en nuestro perfil de Instagram ha de saber las dudas que nos atormentan o los deseos que nos motivan. Construimos una imagen ficticia de nuestro propio ser para que el mundo la contemple y la admire porque tememos que la cruda realidad de nuestra existencia no llegue a satisfacer las expectativas de una sociedad que quiere más y más de nosotros. El doble problema de estas fachadas es que tarde o temprano terminan por agrietarse y muestran a los demás una realidad distorsionada que no es ni la nuestra ni la que pretendíamos ofrecer, además, nos impiden atajar los verdaderos problemas que subyacen al otro lado de cada uno de nuestros muros. La realidad siempre se impone, por mucho mundo virtual que nos imponga este ritmo de vida loco.
Deja un comentario: