Norma Editorial publica El Roadie, una curiosa propuesta escrita por Tim Seeley y dibujada por Fran Galán sobre un roadie (o un pipa si os suena más el término) especializado en exorcizar a los demonios invocados por las estrellas de rock con las que trabaja. Porque sí, en El Roadie, no hay nada como un buen tema de heavy metal para desatar el Infierno en la Tierra.

«Por el amor de la música, tío»

En general, la sensación con la que se sale de la lectura es la de propuesta desaprovechada. Ya sea porque porque se nos escupen demasiadas ideas que se pisan unas a otras o porque no hay espacio para desarrollarlas todas (o un mix de ambas), El Roadie acaba pareciendo un divertimento con ínfulas. Por un lado quiere ser alocado y desprejuiciado, pero por otro intenta mostrar una actitud crítica hacia la deriva extremista de ciertos sectores de la sociedad norteamericana.

Y ambas pretensiones podrían funcionar… con espacio y menos ruido. Es decir, cuatro capítulos se antojan cortos cuando el discurso reivindicativo empieza a coger fuerza superada la mitad del tomo; y tampoco parece muy acertado meterse en una reflexión así a costa de descartar las tramas por las que venías apostando hasta entonces, confundiendo el tono e intenciones del cómic.

Así, el lore apuntado en torno al roadie y sus poderes o su relación con el Infierno y la propia idiosincrasia de este y sus huestes de desatiende a costa de restar identidad a la obra. Lo que empieza como una propuesta original y divertida acaba derivando en una historia poco distinguible de las centenas de aventuras que inundan las estanterías de las tiendas y las comitecas de cualquiera. A los gritos de este cómic heavy metal les falta fuerza para destacar entre la medianía.