«¿Me presentas al rey de tu planeta o qué?«

Vivimos en un momento de la historia que cabría definirlo como gris tirando cada vez más hacia el negro. Una guerra de guerrillas asola al mundo entero con los bloques de siempre en equilibrios y situaciones de poder cambiantes que terminamos pagando todos a los que la palabra guerra produce urticaria. La energía, los alimentos, la vivienda… Todo está experimentando una subida de precios que nos hace pensar en el fin de la clase media como tal y la vuelta al sistema de burguesía y proletariado, de ricos y pobres, de nobles y vasallos. Y esto lo vemos en las propias empresas, que juegan con sus empleados, les exprimen y luego buscan la manera más eficiente de librarse de los cadáveres, sin que el Estado diga mucho, no vaya a ser que se vayan al extranjero a explotar por menos dinero y, encima, no dejen en nuestro país el dinero de sus impuestos.

En una situación así es normal que triunfe la nostalgia. Vuelven sagas de antaño al cine (Indiana Jones, Cazafantasmas, Beetlejuice…), regresan estrellas de otras épocas, se adaptan historias de nuestras infancias y (con lo caros que están los hoteles) vuelve la gente a irse de viaje a los pueblos de sus familias. Para descansar, sí, pero también para recordar tiempos más sencillos, en los que a uno no le importaba más inflación que la de la colchoneta ni más guerra que la que pensaba montar en la piscina con sus primos y amigos. Regresamos a los pueblos también (y me incluyo) porque vivir en las grandes ciudades supone que las tres cuartas partes de tu sueldo se vayan en pagar el alquiler de un piso en el que las cucarachas se limpian las patas en el felpudo al entrar; pero incluso nosotros, los que nos hemos instalado de forma permanente, disfrutamos de esa conexión con un pasado en el que todo parecía mejor, más simple, menos complicado.

«No estoy de humor para bobadas«

Eso es justo lo que hacen los Kent en el nuevo cómic de Dan Jugens y Lee Weeks que publica ECC en nuestro país. Necesitados de alejarse del foco mediático, Lois, Clark y el joven Jon hacen las maletas y se plantan en la vieja granja en la que estuvieron viviendo cuando el actual Superman aún necesitaba pasar desapercibido en un mundo en el que ya existía un Hombre de Acero. El problema es que a los Kent los problemas suelen seguirles cuando se van de vacaciones y más pronto que tarde tenemos al chaval de la casa de viaje espacial en compañía de una princesa de aspecto y motivaciones sospechosos mientras que Lois y Clark han de vérselas de nuevo con Destructor Final, que les ha seguido con ganas de más ensalada de puños desde Metrópolis. Los Kent pretenden unas ‘vacaciones’ de la ciudad rodeados de viejos recuerdos que les transporten a épocas más felices, pero lo que se encuentran es un poco más de lo mismo que se dejaron en su ciudad.

Lois y Clark: Vuelta a Casa

El caso es que hasta el dibujo de Weeks y los diálogos que escribe Jurgens nos recuerdan a los cómics de otra época y el tema de que estemos ante una pequeña aventura autoconclusiva ayuda bastante a que esta sensación se afiance. Incluso si uno cae en este cómic sin haber pasado antes por el Especial del 30 Aniversario de la Muerte de Superman ni sin estar demasiado al día con los cómics del kryptoniano, la historia se disfruta con la sencillez y la cotidianeidad que los autores pretenden transmitir, como si ser raptado y enviado a un planeta moribundo fuera lo que le ocurre a un adolescente todos los lunes por la tarde… Un poco como se sentían aquellas historias de antaño, en las que Superman (o Superboy) se enfrentaban a amenazas loquísimas como si fuera lo más normal del mundo.