«Parece un perfil interesante para Tinder«
Algo me dice que Simon Oliver ha encontrado el tono y su huequecito en los huesudos brazos de John Constantine. En el segundo tomo de la nueva colección de Hellblazer que nos trae ECC con motivo del Renacimiento deceíta vuelve el viejo mago que todos conocemos y adoramos. El de las mentiras, las traiciones y los estúpidos momentos de heroísmo. No diré que el personaje hay a dado tumbos últimamente (la brevísima etapa de Ming Doyle y James Tynion IV al frente de la colección me gustó bastante pese a lo experimental de la misma), pero desde los tiempos de la Liga de la Justicia Oscura Constantine no ha gozado de continuidad en el mundo editorial y quizás haya llegado la hora de una buena y duradera etapa… o quizás sean vanas mis esperanzas.
En contra de esta nueva edición diré que sacar dos volúmenes al año hace que necesitemos tener muy a mano el anterior número para refrescar nuestra memoria de cara a lo que vamos a leer cuando por fin se publica nuevo material. A favor también hay que añadir que la edición de ECC ha procurado ir cerrando breves arcos argumentales en cada tomo, de modo que sea fácil ponerse al día y seguir leyendo desde cada punto y aparte. Por lo demás, Hellblazer ofrece lo que todos le suponemos: magia, traiciones, tabaco y respuestas cortantes, así que nos es difícil seguir el ritmo una vez hemos leído las primeras páginas de cualquiera de sus volúmenes.
«… mientras vuestro país arde en las diminutas manos de un psicópata demente anaranjado«
Oliver dejó a Constantine y Mercury en el anterior volumen rumbo a París a la caza de respuestas que les permitieran deshacer todos los problemas en los que se habían metido a sí mismos y a la Cosa del Pantano por culpa (qué sorpresa, ¿no?) de los pecados del pasado de John. En la capital francesa el guionista nos ofrece un recorrido alternativo que se aleja de los Campos Elíseos para tener a nuestros protagonistas dando tumbos por todas las barriadas de extrarradio que apenas vislumbramos fuera de Francia en filmes como Intocable, pero que han salido continuamente en las noticias con motivo de disturbios o redadas policiales. Muy típico de Constantine, en la Ciudad de la Luz se va de marcha por el barrio donde apenas pueden permitirse pagar la electricidad a fin de mes. Por eso sé que Simon Oliver está a gusto con el personaje, porque Hellblazer siempre se ha especializado en mostrarnos la cara oculta de las cosas y de los lugares por los que su principal personaje se desenvuelve y su actual autor ha captado el concepto a la perfección.
Acompañan en esta ocasión a Oliver dos dibujantes bien distintos. Por un lado tenemos a Philip Tan, un filipino cuyas maneras se apartan un poco de lo convencional y que apuesta más fuerte por la sensación general del dibujo que por el cuidado por los detalles y Davide Fabbri, italiano y de un trazo mucho más convencional. En general, Hellblazer vuelve a sonar como nos tenía acostumbrados, si bien se agradecería algo más de estabilidad en el apartado artístico de una serie que ya ha visto desfilar a cuatro dibujantes en sus apenas dos tomos (doce números americanos).
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