«El señor Bruce siempre estuvo orgulloso de usted«
Hace ya seis o siete años que os hablamos por aquí de Batman R.I.P. y del Regreso de Bruce Wayne, de la muerte y resurrección del alter ego del Caballero Oscuro que siguió a la Crisis Final deceíta. También por aquella época ECC publicó recopilatorios sobre la cabecera del Hombre Murciélago de aquella época, el que tuviera tras la capucha al bueno de Dick Grayson tratando de hacer suyo el manto del héroe y de ofrecernos un Batman que pudiera seguir siendo el icono de Gotham que siempre había sido y, a la vez, un nuevo símbolo para una nueva época. Ahora, dentro de la gran colección que ECC está montando con las diferentes cabeceras de la bat-familia, llega a nuestras manos el Batman y Robin que Grant Morrison diseñó para aquellos tiempos, el que definiría para siempre la peculiar relación entre el hijo adoptivo y el hijo biológico de Bruce Wayne.
Porque mientras que Damian siempre ha menospreciado a la mayor parte de los colaboradores de su padre y se ha comportado con una temeridad que rayaba la idiotez con su progenitor con la esperanza de impresionarle, con el Robin original siempre hemos visto una suerte de camaradería que no observábamos con el resto. Esta colección quizás sirva para explicarnos el porqué de esta diferencia. Viene a relatarnos como la inicial animadversión del hijo de Talia Al Ghul hacia el héroe otrora conocido como Nightwing se tornó en admiración y lo más parecido que este crío insufrible pueda sentir como cariño.
«De momento sólo nos cargamos a los malos«
Porque Damian Wayne es una enfermedad. Pocos personajes comiqueros me han producido jamás tanto desagrado (bueno, puede que Cíclope, de los X-Men, sea otro) como este joven ex-asesino con excesivos aires de grandeza y ni rastro de humildad. Dice Alfred en este tomo que le comprendamos, que él se crió con los peores ejemplos en casa, que fue criado por la Liga de los Asesinos y que esa educación perdura en su mente. Pero lo cierto es que hemos conocido a otros personajes con pasados igual o más perturbadores que el suyo (¿qué hay de Cassandra Cain, que ni tan siquiera había aprendido a hablar? ¿O Harper Row y su maltratador padre?) y que, sin embargo, han sido capaces de relacionarse de una manera saludable con el resto de personajes de las series deceítas. No, Damian Wayne es así, tiene un carácter odioso y retorcido y este cómic va más sobre cómo Dick Grayson aprendió a tolerarlo que sobre el aprendizaje de este mocoso a cómo vivir en el mundo de los ‘normales’.
Frente a estos dos hijos de Bruce Wayne, Morrison sitúa a otra piedra fundamental en el muro de las lamentaciones particular del Hombre Murciélago. Si Damian es un capullo con el que hay que tragar, Jason Todd no fue precisamente uno de los Robin que más fáciles le pusieron las cosas a Batman. Y morir a manos del Joker y ser revivido en una fosa Lázaro no mejoraron para nada su carácter. En este tomo asistimos a una reunión de los distintos compañeros que tuvo Bruce Wayne antes de pasar a mejor vida y esto nos sirve para certificar por qué sólo Dick podía recoger el manto del Caballero Oscuro, aunque necesitara más tarde adaptarlo a su personal (y algo más optimista) forma de pensar. Las más caras que vemos desfilar ante nuestros ojos son las mismas que hemos conocido desde hace años (Batman, Robin y Capucha Roja), pero es la persona que las rellena desde dentro la que hace que cobren uno u otro sentido.
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