«Todo lo que ha oído sobre el Guante Negro es cierto«
Muchas veces la mejor manera de engrandecer la leyenda de un héroe pasa por su despiece y simplificación. Hulk, desprovisto de Banner y enfrentado a un planeta en el que no era tan «indestructible», nos ofreció una saga que pervivirá hasta el final de los tiempos, un Universo DC privado de la imposición de sus tres héroes más famosos deslumbró a los aficionados con la increíble 52… En Batman R.I.P. Grant Morrison despojó al Caballero Oscuro de toda protección y toda capa tras la que esconderse y lo enfrentó a los demonios ocultos en su propia mente sólo para hacerlo renacer más fuerte, más sabio y preparado para la amarga prueba que le esperaba a la vuelta de la esquina en Crisis Final.
El Guante Negro, la misteriosa organización de la que ya oímos hablar cuando el héroe se paseaba por las páginas de Planeta, vuelve la historia reciente del enmascarado en su contra para, en lugar de limitarse a matarlo, acabar con él reduciéndolo a un cascarón vacío, loco y perdido en las frías calles de Gotham. Y es a través de esta precisa destrucción y de una trama que raya lo psicodélico por momentos que Morrison logra eliminar de Batman todo aquello que le sobra y que no necesita, dejándolo desnudo y a solas con lo que realmente lo convierte en un héroe.
«¡Batman y Robin nunca morirán!«
Resulta estremecedor leer la frase que introduce a estas líneas sabiendo lo que ahora sabemos acerca de la bat-familia en general y de Damian Wayne en particular. Más aún, la lectura de este tomo pone en primer plano la extrema seriedad de las nuevas tramas que Scott Snyder nos está ofreciendo a los fans del héroe de DC. No menospreciaré aquí maravillas como La Muerte de la Familia (el Joker más terrorífico de los últimos tiempos se lo debemos a este magnífico autor), pero sí que es cierto que en los últimos años hemos echado de menos algo del buen rollo entre los distintos personajes en torno al murciélago que se podía apreciar tan fácilmente en etapas pasadas como esta (una simple conversación entre Batman y Robin mientras persiguen a un delincuente común basta para hacernos esbozar una sonrisa). Quizás, y sólo quizás, a Batman le hace falta volver a contar con un Robin que no sea tan serio y taciturno como lo fue Damian para volver a esbozar una sonrisa de complicidad.
Esto no quita que este tomo, que comienza con una sucesión brillante de viñetas a dos colores y pierde algo de fuelle al acercase a su mitad, aborde una serie de temas bastante serios como pueden ser la autoexigencia y los límites a los que nos lleva y la ligadura que existe entre la personalidad y la capacidad de uno para sentirse vivo (¿estás verdaderamente vivo si no vives de acuerdo a tus principios?). Además, el tomo se va poco a poco encaminando al dramático final que enlaza directamente con Crisis Final (obviamente) y con la sorprendente obra que reseñamos hace unos meses: El Regreso de Bruce Wayne (cronológicamente posterior a este tomo, aunque ECC haya preferido editarlas al revés).
«Fue como si el color hubiese llegado a nuestras monocromas vidas«
El trabajo de Tony Daniel (al que los que entraron en DC de la mano de su Nuevo universo les sonará por su trabajo con el Muñequero) y Lee Garbett contribuyen a hacer de esta obra algo mucho más que agradable, pero es el sensacional uso del color de Guy Major y Alex Sinclar lo que definitivamente eleva a Batman R.I.P. por encima de otras muchas sagas anteriores y posteriores. Las ilustraciones de Daniel y Garbett, como la que vemos un par de párrafos más arriba, encuentran en el color de estos dos artistas un pilar fundamental sobre el que apoyarse para que este recopilatorio no sólo nos conquiste por su guión, sino por su manera de seducir a nuestros sentidos.
Apenas cinco páginas de bocetos sin explicación ni separación con el final de la historia cierran este volumen que ECC comercializa a veinticinco euros (en la línea de publicaciones como 52) y que debería estar en las estanterías de todo buen aficionado a las aventuras del personaje creado por Bob Kane.
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