«Ahora tendremos que matar a todas las bestias…«
Alcanzamos el epílogo del primer arco de Salvajes Vengadores y asistimos al viaje desde las profundidades de la Tierra Salvaje y hasta la frontera con la civilización a través de la Antártida de Conan y Frank Castle. En un número con pocos diálogos y muchas batallas contra bestias salvajes, Gerry Duggan aprovecha para cimentar una estrecha relación entre los dos guerreros basada en la camaradería en el campo de batalla. Conan estableció un vínculo con Lobezno tras luchar contra él y respetarle como guerrero, con el Castigador establece uno muy distinto, basado en la supervivencia y el mutuo aprendizaje que hacen el uno del otro. Puede parecer un tomo de transición, pero resulta más importante de lo que parece a la hora de contar nuevas historias sobre estos dos personajes.
Centrándonos en lo que esta grapa nos cuenta sobre ambos, me doy cuenta (aunque las señales están presentes desde el primer número de la colección), de que el guionista nos está presentando la versión comiquera de Los Mercenarios. El filme de 2010 de Sylvester Stallone (seguido de sus secuelas de 2012 y 2014) basó su enorme éxito en un uso y abuso del factor nostalgia de la generación en la que un servidor se encuentra hacia aquellas películas y aquellos héroes de los ochenta y los noventa como el propio Conan, Jungla de Cristal o Depredador, entre otras muchas. Nos encontrábamos ante personajes rudos, que sudaban testosterona y no se preocupaban por caer bien o hacer las cosas de la manera más políticamente correcta. Y ahí radicaba parte de su encanto: en que sabíamos que no eran modelos correctos de comportamiento, pero nos encantaban sus historias y lo imperfectos que eran.
«Tengo dinero. ¿Tenéis alcohol a bordo?«
Hoy en día, lo más cercano a esta clase de filmes nos lo encontramos en cintas como la más o menos reciente (acaba de llegar a plataformas como Movistar Plus) Fast & Furious: Hobbs & Shaw, pero incluso en una cinta de estas características nos encontramos con que los protagonistas ya no son acabados como el Bruce Willis de El Último Boy Scout (1991) o vividores como el propio cimmerio que interpretara Arnold Schwarzenegger en 1982. En su lugar tenemos a un Dwayne Johnson policía y padre soltero de una dulce niña y a Jason Statham que podría pasar por un lord inglés de no ser por la ensalada de puños que cocina a los diez minutos de haber comenzado la película.
Es por ello que filmes como el de Stallone y compañía (y otros similares que se han venido estrenando de cuando en cuando desde entonces) ns siguen atrayendo y es en ello en lo que Salvajes Vengadores basa su atractivo: en una nostalgia desmedida por una clase de héroes que nos llevan a tiempos pasados, más sencillos y más felices, aunque sepamos a ciencia cierta que no pueden, ni deben, volver más que como una reliquia y/o un divertimento aislado. No nos es difícil imaginar a Conan con la cara del ex-gobernador de California y puede que incluso imaginemos a Castle entonando un ‘yipi kay yay‘, pero a la vez, nos sentimos tranquilos de poder dejar a ambos personajes circunscritos a las páginas de éste y de sus respectivos cómics, mientras que el resto de los grandes héroes de la Casa de las Ideas continúan con su evolución en pleno siglo XXI.
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