La Wonder Woman de Meredith y David Finch se ha desvinculado por completo de la desarrollada por Brian Azzarello y Cliff Chiang, en tono e intenciones. Aquel primer tomo de transición daba ya pistas del camino que iba a seguir la colección a partir de entonces, y ahora, con dos nuevos volúmenes a su espalda, queda confirmado el nuevo rumbo, más afín a las aventuras de Greg Rucka, en las que sin perder de vista la parte mitológica de la historia, la amazona y sus enemigos toman una dimensión más mundana.
Personajes como Hera o Discordia siguen formando parte del entorno de la heroína, y se recuperan a otros como Milan, todos ellos aliados o antagonistas que tuvieron vital importancia en la etapa anterior, pero que aquí aparecen de forma puntual y su rol es secundario. Diana ha dejado atrás el Olimpo y vuelve a terrenos más urbanos, donde sea más fácil la aparición de otros héroes y se pueda explorar la relación de la diosa de la guerra con sus hermanas amazonas. La nueva guionista también muestra un mayor interés en la vertiente guerrera de su protagonista, dando una mayor importancia a las secuencias de luchas y batallas.
Ahora estamos en un mundo en el que los dioses, lejos de ensuciarse las manos, vuelven a actuar desde las sombras, a través de simples mortales a los que azuzan para poner a prueba a Diana, ya sea para derrotar a esta o por el mero placer de generar conflictos. De esta forma facilitan la entrada de personajes como Donna Troy -quien ha tomado para sí una pervertida versión del origen clásico de Wonder Woman-, o Egeo, villano “clásico” de la amazona cuya primera aparición data de 1982, en Wonder Woman #297, y fue creado por Paul Kupperberg.
Queda claro, pues, que Meredith y David han hecho los deberes y han sabido rebuscar en la mitología de Wonder Woman para desarrollar su etapa, pero las comparaciones siempre son odiosas, y por el camino se ha perdido la magia que acompañó a la aventura palaciega orquestada por Brian Azzarello. En cambio, se ha ganado en cohesión respecto al resto del universo DC -lo que puede ser bueno o malo dependiendo del interés de cada lector-, ya no tenemos la sensación de estar viviendo una historia al margen, sino que de forma más evidente o soterrada, la colección está completamente integrada en el cosmos compartido, junto al resto de personajes de la editorial. Esto coarta la libertad creativa, pero permite la participación en los grandes eventos editoriales.
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