Es un momento triste, sabíamos que tarde o temprano llegaría pero no queríamos que sucediera. Brian Azzarello y Cliff Chiang abandonan Wonder Woman después de 35 entregas (nueve tomos de la edición española). Lo hacen por todo lo alto, cerrando una etapa fantástica, de las mejores que ha conocido la princesa amazona. Pero se van. Y el vacío nos inunda.

Las incógnitas en torno al camino que tomarán Meredith y David Finch a partir de ahora son muchas (siempre y cuando no hayáis caído en la tentación de los spoilers), pero ya habrá tiempo de centrarse en ellas. De momento nos quedamos con el apoteósico final de Azzarello y Chiang (con Goran Sudzuka echándole una mano en algunos números).

Este noveno tomo es un completo clímax para una etapa que ha sabido jugar muy bien con los elementos más icónicos de la heroína adaptandolos a una trama más cercana a un drama shakesperiano o un capítulo de Juego de Tronos. Líos familiares, traiciones, codicia, muertes… esta Wonder Woman ha sabido establecer una clara distancia con el cómic de superhéroes tradicional, encontrando su propia voz en un género donde no suele ser habitual y una editorial, DC, que desde su reinicio no ha hecho más que dar palos de ciego con las supuestas cabeceras principales (el caso paradigmático es el de Superman).

Grant Morrison (cuya opinión sigue siendo respetable a pesar de que sus obras distan mucho de estar a la altura de sus trabajos más representativos) afirmaba hace unos días que la Wonder Woman desarrollada por Zack Snyder en el universo cinematográfico planteado por Warner no era lo que William Marston tenía en mente cuando creó al personaje. Ella es una científica, una curadora… no una guerrera (tesis que ha desarrollado a partir de los dos-tres planos en los que vemos a Diana en el tráiler de Batman v Superman). ¿Qué pensará entonces de la visión de Azzarello, que la ha convertido en la Diosa de la Guerra? La suya es una mirada condescendiente y paternalista de lo que debe ser una mujer, una mirada, cuanto menos, discutible. Azzarello, por su parte, ha devuelto la dignidad a una heroína que llevaba ya tiempo sin tener una idea clara de quién era. La ha modernizado y convertido en todo un referente de un feminismo bien entendido e integrador.

Como ha venido siendo habitual en la colección, este último arco argumental está plagado de revelaciones que, si estuviéramos en el cine, nos dejarían pegados a la butaca. El tempo narrativo está muy pensado para que los acontecimientos no se precipiten ni se amontonen. Cada cosa sucede cuando tiene que ser. La tentación de enfrascar a Diana de Themyscira en una batalla a muerte con el Primogénito desde el principio es muy fuerte teniendo en cuenta que comparten buena parte del protagonismo, pero los autores van masticando el momento, centrándose en el resto de actores de la función. En muchos momentos Wonder Woman no es más que una espectadora, incapaz de poder ayudar a los suyos. Es llevada a un punto de tremenda debilidad para que, cual fénix, renazca y muestre su verdadero ser.

Todas las tramas que se han venido desarrollando a lo largo de la etapa encuentran aquí su desenlace, no quedan cabos sueltos. En este sentido Azzarello y Chiang han sido muy generosos y leales a los lectores, pues suele ser habitual que cuando un equipo creativo abandona una serie, dejen demasiados cabos sueltos que impidan una futura lectura de su etapa de forma independiente y que “enmarronen” a sus sucesores, obligados a dar respuesta a distintos interrogantes que no siempre satisfacen al lector. Ellos le han dado un excelente broche a su saga, dejando el camino libre a que los Finch desarrollen su propia visión. Si no nos gusta el futuro siempre podremos recuperar esta excelente etapa.