«¡Súbete el pantalón!«
Este fin de semana, como si fuera un anciano de mil quinientos doce años y tratase de acercarme a unos chavales insultantemente jóvenes, intenté recomendarle Dandadan a uno de mis hermanos pequeños (veintitrés años nos separan, para compensar él me saca aproximadamente lo mismo en altura) y a su pareja. Como no soy de palabra ni la mitad de convincente de lo que soy por escrito (así que ya tenéis una medida…) creo que se quedaron con dudas cuando uno de mis argumentos fue que es un manga que se disfruta más cuando ya llevas un bagaje de lecturas a tus espaldas y te das cuenta de hasta qué punto revierte todos y cada uno de los clichés de habituales del shonen al mismo tiempo que se deshace en referencias a la cultura pop de dentro y fuera de Japón.
Me doy cuenta ahora de que esa frase la pronuncié desde la ancianidad que me define, porque en realidad no es que Dandadan se dedique a contrarrestar todos estos clichés (bueno, no sólo a eso), sino que la obra de Yukinobu Tatsu se enmarca en una generación que ya no casa para nada con la que vivió no sólo en los 80 y 90 del siglo pasado, sino que tampoco se parece demasiado a la que disfrutó de las viñetas niponas de las dos primeras décadas de este siglo XXI. Dandadan juega en la liga de una nueva manera de ver la vida que casa mucho con la de unos chavales que han nacido al calor de varias crisis, que no saben qué narices que les va a deparar su futuro, pero que tienen clarísimos conceptos en torno a la identidad y libertad sexuales o acerca de la autoapreciación de uno mismo (el autoconcepto), la fragilidad emocional, la masculinidad no tóxica, el feminismo, el ecologismo… que muchos de nosotros aún estamos tratando de introducirnos en la cabeza a patadas.
«Al final las ranas no nos han atacado«
Y quizás ese sea uno de los puntos fuertes de Dandadan, que conecta con una nueva generación de lectores al tiempo que no da por perdidos a los de la generación que ya comienza a tener que mirarse eso de la próstata. Hasta las portadas de la serie son un claro ejemplo de que se puede funcionar en ambos niveles y para ambos tipos de público y lectores. Ya simplemente cómo hace el mangaka que la serie pivote en torno a Momo sin que ésta se convierta en una protagonista omnipresente y cómo teje las relaciones entre los diferentes personajes que van apareciendo (mucho cuidado con Zuma, que de pronto ha aparecido un tipo que se parece demasiado a lo que ella ha concebido siempre como su ideal en un hombre) hace que nos demos cuenta de que entre este manga y los que lo ‘petaron’ en la Shonen Jump hace ahora veinte años ha llovido muchísimo.

Dandadan #17
Sin dar más detalles, que la cosa está calentita y no quiero hacer spoilers de ningún tipo, en Dandadan #17 nos encontramos con la mayor parte del desarrollo de este nuevo arco a lo Jumanji, con una aventura entre Momo y Zuma que casi podría dar para todo un nuevo manga por la complejidad de lo que se propone y lo divertido que se me antoja (¡encima Norma nos incluye como extra juegos asociados a los que leemos en el manga creados por su mismo autor!). Cerramos el tomo con un cliffhanger de manual que nos va a tener comiéndonos las uñas hasta la próxima entrega (¿en diciembre?) y que demuestra una vez más como el nivel de esta serie no ha decaído ni un poco desde que nos leímos su primer volumen hace ya tres años.
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