«Lo que me faltaba… Modelos anatómicos que quieren copular…«
¿Os he dicho ya que ésta es la mejor serie shonen de los últimos tiempos? Dandadan me comenzó a fascinar desde la aplicación online de MangaPlus, pero la edición que se ha marcado Norma Editorial del manga de Yukinobu Tatsu es maravillosa y no se queda atrás. Las portadas son la leche, la traducción (de Daruma, no podía ser de otro modo) es fantabulosa y, en general, me estoy dando cuenta de que Dandadan se disfruta tanto de forma semanal como en estos tomos que nos permiten enfrentarnos a los arcos argumentales de la serie de una manera mucho más completa y comprensiva. Y mira que me parece siempre difícil recomendar un manga que va sobre un tipo al que el espíritu de una Turbovieja le roba los testículos, pero es que por loco que sea el punto de partida (y por locas que sean las aventuras de Momo y Okarun) no se me ocurre mejor serie actualmente a la hora de pensar en romances de instituto con ‘algo más’.
Me pongo a pensar y las últimas series de este palo que he venido disfrutando han sido la de las Quintillizas (también en Norma) y la de Romantic Killer (otra maravilla que podéis ver animada en Netflix). De la primera ya os comenté aquello de que era un placer culpable: una serie objetivamente mala a la que uno se enganchaba porque quería ver cómo acababa. La segunda es una burla tan inteligente como tierna y divertida al concepto de las comedias románticas japonesas y casi no se la puede ni comparar con el resto. Frente a estas, Dandadan tira de clásicos en su argumentario y, si en el anterior volumen se unía a la fiesta Aira como la tercera en discordia que venía para enamorarse de nuestro prota y poner celosa a la señorita Ayase, al final de Dandadan #4 hace acto de presencia Jiji, un amigo de la infancia de Momo que se nos presenta también como su primer amor. Sin embargo, el tratamiento que Tatsu hace de estos dos personajes los aleja un tanto del cliché al que representan. Así, de Aira y sus acercamientos Okarun ni se da cuenta y Jiji… Jiji es un personajazo.
«Esa panda de tarados ha estado sacrificando vidas humanas…«
Hay un momento, en Dandadan #5, en el que Okarun se da por vencido. Él quiere odiar a Jiji, al que ve como un rival casi imbatible por el corazón de Momo, pero le resulta imposible enemistarse con alguien tan simpático como este deportista sin apenas cerebro. Y es que Jiji cumple a la perfección los clichés del personaje alto, fuerte, guapo y carismático, pero los mezcla con una personalidad tan cálida y divertida que cuesta verle de otra manera que no sea haciendo el payaso. Al menos hasta que… Hasta que Dandadan nos muestra su otra cara, la cara que hace de este manga una de las apuestas más interesantes del shonen actual: el terror y la brutalidad.
Hay tres escenas en estos dos números que me dejan sin respiración. La primera ocurre al final de Dandadan #4, cuando nos muestran a un Jiji que es incapaz de dormir por las terribles visiones que padece. Las otras dos corresponden al segundo volumen que nos ocupa hoy y en ellas Tatsu despliega su apabullante calidad de dibujo para, simplemente plasmando varones japoneses de mediana edad de una manera más o menos realista (alejándose del estilo manga del resto de este cómic) inducir en el lector una sensación de incomodidad y terror que no soy capaz de describir completamente sin caer en los spoilers. Esta segunda faceta se articula con la primera a través de toneladas de acción y un humor desternillante que sirven para relajar la tensión de los momentos oscuros y para que las tramas románticas no nos parezcan demasiado pastelosas. Es, como decía, un cómic redondo. Sin fisuras.
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