«¡Acabemos con esos extraterrestres!«
Han pasado unos meses desde nuestra última reseña de Dandadan y desde entonces hemos podido por fin disfrutar de la versión animada del manga de Yukinobu Tatsu. El anime, que cuando escribo estas líneas cuenta con tres capítulos tanto en Netflix como en Crunchyroll (cada uno con su doblaje, no vayamos a respetar a la audiencia), es una burrada que le hace justicia al shonen que publica Norma Editorial en nuestro país: animaciones locas, un ritmo vertiginoso y una nueva ida de olla del grupo Creepy Nuts (los que pusieron música a la cabecera de la segunda temporada de Mashle y lograron ponernos a todos a bailar en TikTok) se conjugan para hacer que las semanas se nos hagan extremadamente largas entre cada nuevo capítulo que se pone a nuestro alcance. Pero si el anime mola (y está pegando fortísimo) es porque detrás hay un manga que lleva siendo la caña desde hace un par de años en España (perdón por el pareado).
Y porque en estos dos años no ha bajado de ritmo ni de calidad en un solo momento. Todo para llevarnos hacia la saga que ahora nos ocupa y que en su momento llegué a pensar que cerraría el manga, dada su envergadura y lo salvaje de su trama. Del ataque de los serponianos del primer capítulo y de esa saga subacuática que vimos dentro del colegio de los protagonistas ha pasado muchísimo tiempo y lo que Tatsu propone para recuperar a los aliens es la madre de todas las invasiones extraterrestres, una que (si os habéis leído Dandadan #11) ha dejado a nuestros personajes favoritos contra las cuerdas sin apenas despeinarse y a Okarun en un estado comatoso del que necesita recuperarse si es que aspira a ayudar a sus amigos en lo que, como vemos en este tomo, es una lucha muy desigual entre humanos y alienígenas.
«¡No volveré a enfadarme contigo!«
Una lucha que convierte a los enemigos jurados en aliados por conveniencia y que está siendo capaz de romper amistades por culpa del miedo, la culpa y los malentendidos. Una batalla en la que cada personaje va a tener su pequeña parcela de heroísmo, crecimiento y aprendizaje mientras sus vidas penden de un hilo. Y, joder, es que eso es una de las cosas que me fascinan del manga de Tatsu, que pasamos de tener una pelea de ‘mechas’ con un buda gigante a escenas tiernísimas en un bar moe y, de ahí, a una guerra total contra unos aliens despiadados que no dudan en cercenar, clavar y desgarrar a todo el que se pone por delante (todo ello ilustrado con el habitual nivelazo del mangaka). Dandadan no te da ningún respiro y, a la vez, logra que lo sientas como algo tuyo, algo con lo que identificarte. Es una locura y me encanta estar viviéndola.
Y cuando creíamos que ya no podíamos más y que Momo iba a ser la siguiente en caer… regresa Bamora y, con ella, un flash hacia su pasado que nos mete de lleno en los terrores de un mundo en guerra en el que los miembros de su especie (los shumelianos) se extinguen a marchas forzadas ante la última invasión de los extraterrestres que están poniendo en jaque a nuestros compañeros. Y de pronto, lo que era una historia de grandes batallas y poderes se convierte en un relato bélico repleto de drama en el que una niña, rescatada de un campo de batalla por un batallón de mujeres de mediana edad, crece mientras se acostumbra a un mundo que no hace sino acorralarla a ella y a quienes quiere cada vez un poco más, camino del exterminio.
Por lo que más queráis: leeros esta obra maestra del shonen.
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