«El amor es complejo. Puede convertirse en fuerza, pero también en debilidad«
Para cerrar el verano nada como un atracón de manga de la mano de Norma Editorial. Llevábamos un año entero sin acercarnos a Jigokuraku y, mientras tanto, la serie de Yûji Kaku se ha ido acercando inexorablemente hacia su conclusión. Tanto es así que hoy nos ocupamos de todo lo que ha venido aconteciendo hasta el penúltimo tomo de esta serie tan reducida como impactante y genial. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que Jigokuraku #6 marcaba un punto de inflexión en la trama. La aparición del tao y la revelación de que nuestros personajes podían de alguna manera hacer frente a los tensen dotaba al manga de una segunda vida y nos daba la esperanza de ver salir con ídem a los criminales y a sus verdugos, ahora convertidos en aliados a fuerza de enfrentarse a la muerte en la isla de la locura en la que habían ido a caer.
De la lectura de los cinco tomos que nos han ocupado en estos seis meses (el duodécimo y último se acaba de publicar hace pocos días) nos encontramos con una enseñanza que es a la vez muy shonen y muy propia de esta obra (y si me apuráis de este autor en concreto). Gabimaru, Sagiri, Chôbê y los demás se enfrentan a monstruos casi inmortales en combates que ponen a prueba nuestra concepción de lo que es real y de lo que es simplemente imposible, pero, por debajo, lo que corre es una historia mucho más antigua acerca del enfrentamiento que cada uno tenemos contra nuestras más poderosas némesis: nosotros mismos.
«Llevo todo este tiempo esperando a que me digas algo así«
Jigokuraku nos habla de cómo los seres humanos nos enfrentamos a las emociones que nos impiden brillar y evolucionar. El miedo a lo desconocido, el anclaje al pasado, las mentiras que nos contamos a nosotros mismos para tratar de seguir repitiendo viejas estructuras de comportamiento… A todo ello es a lo que, de un modo u otro, se enfrentan los personajes de este manga para tratar de sobrevivir a la isla que es a la vez el paraíso y el infierno. La inmortalidad de los tensen, frente a las luchas de los protagonistas, representa la toxicidad de quien intenta por todos los medios conservar el statu quo de un momento de sus vidas. Y la llegada a la isla del nuevo grupo de Asaemon y ninjas no hace sino confirmar esta teoría. Los verdugos buscan preservar la manera de hacer del shogunato mientras que los compatriotas de Gabimaru buscan eliminarle a él para conservar las tradiciones ocultas de su villa.
Este conflicto es lo que engrandece al manga de Kaku y lo que nos hace conectar con él pese a los monstruos salidos de una pesadilla de Kentaro Miura. No tengo ni idea de cómo terminará Jigokuraku (a día de hoy sigo esquivando los spoilers de las redes para poder disfrutar del último tomo de Norma como es debido), pero confieso que me he sentido muy cómodo con la manera descarnada y brutal con la que el mangaka nos ha expuesto un problema tan nuestro. Quizás haya sido precisamente la manera en la que Kaku ha suavizado sus hechuras con su siguiente obra (Ayashimon), lo que haya hecho que ésta no haya cosechado el mismo éxito que su predecesora, pero nos queda al menos el consuelo de que Jigokuraku contará este mismo otoño con una adaptación al anime de mano del estudio Mappa.
Deja un comentario: