Jigokuraku #12

Jigokuraku #12: Preparando los últimos sacrificios

Jigokuraku #12«Ya hacía tiempo que me temía que lo mío era otra cosa«

 

Huele mucho a punto y final el penúltimo tomo de Jigokuraku. Con casi todo el pescado vendido y los más tenebrosos planes de los habitantes de la isla a punto de fracasar, lo que tenemos en este tomo son unos enfrentamientos que tienen mucho de últimos coletazos de un terrible y trágico enfrentamiento entre los condenados a muerte y los que eligieron vivir para siempre, entre la inmutabilidad y la eterna adaptabilidad, entre nobles y vasallos, entre ladrones y los que son la mano ejecutora de la justicia. Las batallas son ahora tan trágicas y enfrentan a contendientes tan machacados por la continua confrontación que apenas hay alegría con cada victoria ni tristeza cuando la derrota se lleva por delante una nueva vida. Tan sólo existe la voluntad: la voluntad de frenar a los tensen y la de perpetuar su existencia a costa de las vidas de todos los japoneses (que me surge la duda de cuál habría sido la historia si Gabimaru y los suyos hubieran llegado a la isla cuando el grueso de los tensen ya la hubieran abandonado…).

 

El manga de Yûji Kaku que publica en España Norma Editorial ha girado casi desde su primera página en torno a los términos budistas del yin y del yang, los extremos opuestos que se ven forzados a coexistir porque sólo la presencia del otro equilibra la existencia de cada uno de ellos. No hay bien sin mal, luz sin oscuridad ni shonen sin crecimiento de su protagonista. Así, Gabimaru por fin logra confirmar la existencia de su esposa (sobre cuya incertidumbre se basó gran parte de su desequilibrio emocional) y lo hace a través de su batalla contra la ninja que lo ha amado con más intensidad y de manera más enfermiza. Shija es un personaje terrorífico, es una versión de Gabimaru que no logró zafarse del control de su aldea mezclada con una amante obsesionada que no distingue el amor correspondido del que no lo es y que concibe al amado casi como una posesión, aparte de un  objeto de adoración superlativa y fanática. Por medio de su enfrentamiento con ella nuestro protagonista también está dejando claro que él quiere ser el dueño de su propio futuro y por la manera en que termina también queda cristalino que ya ha dejado atrás el tiempo en el que las amenazas y agresiones de los suyos tenían efecto sobre su persona.

 

«No debes dudar de nuestra forma de vivir«

 

Vemos sobre la mitad de este tomo una predicción acerca de quiénes lograrán abandonar la isla. Me gustaría que no se cumpliera simplemente porque no termina de agradarme cuando un autor nos vende parte del final unos cuantos números antes de que la historia termine. Aunque la predicción sea tan vaga como la que vemos aquí. Sí, vamos a estar todo el tomo siguiente haciendo quinielas sobre quiénes han de morir para poder cumplir la profecía (una buena manera de enganchar al lector que sea capaz de perder el interés cuando la principal trama cierre sus puertas), pero casi prefiero permanecer con la esperanza de que todo quisqui llega a Japón de nuevo, aunque ellos signifique que me voy a llevar más de una decepción.

 

Jigokuraku #12

Jigokuraku #12

 

A modo de reflexión global (por si no llega a nuestras manos el tomo final) Jigokuraku tiene casi las mismas virtudes y todos los defectos de la posterior obra del mismo autor (Ayashimon), por lo que no me extraña que ésta última, aunque en su día me fastidiase, fuera cancelada. En este tomo parece todo tan cerrado que la historia da la impresión de poder terminar en un capítulo o dos. La llegada de los nuevos asaemon, ninjas y reclusos no se ha traducido más que en una batalla campal en la que casi nadie ha podido mostrar bien sus fortalezas, técnicas y, sobre todo, la profundidad de cada personaje. Esto nos deja con un final en el que estamos manejando a unos personajes con los que hemos empatizado profundamente y otros que nos importan un comino. Sin desagradarme, no es la clase de final que me esperaba para una serie que me estaba encantando.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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