«Si gano, no voy a pedir ningún favor al Diablo…«
La última vez que supimos por aquí de Johnny Blaze aún era verano y tan sólo nos dio tiempo a leer la primera entrega de una colección que iba a ser bimestral. Ahora, con el invierno recién estrenado, por fin sacamos tiempo (y una copia del cómic que edita en España Panini) para leer las entregas que siguieron a la primera y que han sido publicadas en meses alternos, pero con contenido doble que habría dado para mantener una serie a ritmo mensual… En fin, cada uno con sus estrategias de mercado, personalmente me he alegrado de poder leer todo lo que aquí vamos a reseñar de golpe, porque dentro de dos meses puedo olvidar parte de ello y será un poco cansado tener que andar releyendo una y otra vez. Pero dejémonos de refunfuñar y de quejarnos de la dura vida que nos espacia los cómics que queremos leer y centrémonos en la locura que tenemos entre las manos, porque ¡madre mía la que tiene montada Benjamin Percy con su Motorista Fantasma!
El guionista de X-Force y Lobezno se ha desmelenado (aún más) con esta serie. La libertad que le da manejar a un personaje alejado del foco que apunta a los mutantes o a los Vengadores ha hecho que Percy no se ahorre ni un mililitro de gore y fantasía oscura. El autor se ha traído a esta cabecera a todo lo que en Marvel sonaba a siniestro, extraño y demente y se está dedicando a pasearlo y a deleitarse con nuestras caras de terror con cada nueva ida de pinza. Y no es para menos. A la introducción del primer número le han seguido dos historias de absoluto terror en la América profunda en Motorista Fantasma #2 (#8), hasta el punto en que tengo grabada en mi retina la imagen del camión volcado con las ovejas desperdigadas… por decirlo de un modo fino. Y a ellas las ha venido a continuar otra historia macabra más al principio del Motorista Fantasma #3 (#9) y una auténtica locura al más puro estilo Los Autos Locos (mezclado con el Carmaggedon) que cierra esta última grapa con ya cada vez más detalles del combustible que piensa hacer girar las ruedas de esta historia.
«Lugares en los que jamás pararías a no ser que tuvieras que llenar el depósito o mear«
Lo que tenemos entre ambos números es un viaje por carretera (un road trip) por la Norteamérica más profunda y olvidada que se va entremezclando con la violencia y la crueldad más sórdidas. Percy busca a los pecadores de la Casa de las Ideas y los junta con pesadillas salidas directamente de su mente y de las páginas negras del relato de los asesinos en serie de los Estados Unidos en su vértice rural. No nos permite a los lectores empatizar con las víctimas, sino que se dedica a amontonarlas para que su sola visión tenga el efecto de hacernos querer estar en cualquier sitio menos en el mismo planeta que Johnny Blaze y que sus enemigos. Tanto que parece mentira que la cabecera mantenga el logotipo de Marvel y no lo haga acompañar de un sello del estilo MAX o de cualquier otra cosa que nos indique que lo que estamos aquí leyendo se destina a un público un poco más adulto.
Con todo la trama que Percy está desgranando tan poco a poco resulta hipnótica y tremendamente atractiva. Una vez que pasamos de la primera entrega, los lectores nos vemos arrastrados a una historia que no nos deja escapar y que nos va a obligar a contener la respiración al menos cada dos meses. Marvel está haciendo oro con Benjamin Percy: un autor que tan pronto se hace hueco en la saga mutante de moda como se atreve con el hombre-X más famoso de Canadá… o se lanza a una aventura tan loca e impredecible como la que nos está regalando con esta colección.
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