«El Espíritu de la Venganza incendia todos los nervios de mi cuerpo«
Pues nada. Se acabó. Ponemos punto y final a una de las etapas más interesantes visual y argumentalmente del Motorista Fantasma sin que ese interés se haya llegado a trasladar nunca a una masa crítica de lectores que hagan que Panini (como distribuidora) o Marvel (como editorial) se planteen seguir apostando por la cabecera. Y es una pena, porque la nota media que le ponen tanto los lectores como los críticos a ambos lados del charco a esta etapa es bastante buena, pero al final las ventas mandan y Ghost Rider ha de volver al dique seco. Y esto, sin duda, ha de hacernos reflexionar tanto a los aficionados como a los profesionales dentro de esta ‘industria’ de las capas, los superpoderes y los intensos dramas de acción y fantasía.
Para la Casa de las Ideas la solución parece pasar por la ‘invención’ del red band que ha llegado con la reciente Caza Sangrienta. Es decir, historias con dos versiones (una para todos los públicos y otra para los estómagos más resistentes) o, sencillamente, cómics con tal calificación que contengan imágenes mucho más explícitas en el campo de la violencia (sólo en ese campo, que seguimos hablando de cómics norteamericanos por diox). El invento parece haberles salido bien con el crossover vampírico de moda, pero personalmente me parece un parche que poco o nada va a hacer a largo plazo con la que tenemos ya casi encima a nivel mundial. ¿Habría vendido más el Motorista Fantasma de Benjamin Percy bajo una denominación red band? Lo dudo muchísimo, porque no creo que el problema haya estado en lo explícito de sus imágenes (mirad sino al Hulk actual, que no necesita tirar de intestinos para resultar grotesco e inquietante), sino en lo underground y minoritario del propio personaje que tratamos.
«¿Crees que voy a entregar todo mi duro trabajo a un pringado como tú?«
Y es que por más que nos duela, Ghost Rider pertenece a la categoría de personajes que no cuentan con una extensa base de lectores. No es ningún Lobezno, ni Iron Man ni Capitán América. Ni tampoco tiene una gran película o serie asomando el hocico por el horizonte (como ya ocurriera con los Guardianes de la Galaxia o con el Doctor Extraño). Y estos ingredientes, unidos a una época en la que se nos ha pasado el júbilo post-pandemia de golpe, hacen que la gente (mucho más propensa ahora a apretarse el cinturón) haga muchos menos experimentos con lo que lee o deja de leer, refugiándose en los personajes que le hayan gustado de toda la vida y dejando en segundo plano cosas tan importantes como qué guionista se está encargando de qué serie. Esta etapa del Motorista Fantasma ha sido espectacular y el cierre (pese al co-estrellato del siempre fallido Parker Robbins) ha estado a la altura de una historia que hace justicia al bueno de Johnny Blaze de principio a fin, pero todo eso no ha bastado para que unos lectores, que saben que tarde o temprano todo esto se verá reeditado en tomo, se atrevan a gastarse el dineral que suponen mes a mes las grapas.
Quizás la solución (mal que nos pese) pase por reducir el número de colecciones. Eso es algo que Panini ha comenzado a hacer con su plan de Back to Basics, pero queda por ver cuándo se percatan del mundo en el que viven los estadounidenses (o cuando comienza a afectarles la crisis que viene instalándose en todo occidente desde hace años) y de qué manera decidirán capear lo que sin duda alguna se les va a terminar viniendo encima.
Deja un comentario: