Después de disfrutar de aquel Aliens vs. Vengadores escrito por Jonathan Hickman, Panini Cómics vuelve a la carga con otro de esos crossover imposibles que mezclan a los héroes marvelitas con algunas de las licencias de la extinta 20th Century Fox (ahora responde al nombre de 20th Century Studios y depende de la todopoderosa Disney, igual que Marvel Comics). ¿Y a quiénes tenemos en liza en esta ocasión? Al amistoso Spiderman y a unos cuantos yautja, los temibles «predators» que casi pudieron con Arnold Schwarzenegger en el ya lejano 1987.
«Deprisa. El ruido viaja lejos y rápido»
Benjamin Percy, artífice de este cruce, se fija, sin embargo, en otro de los títulos de la saga de ciencia ficción, buscando un entorno y unos códigos más apropiados para la idiosincrasia del trepamuros. Así, el referente ineludible de Predator versus Spiderman no es otro que Depredador 2, película de 1990 protagonizada por Danny Glover y que cambiaba las frondosas selvas de Centroamérica por las calles de Los Ángeles, convirtiendo la cacería de un grupo de soldados de élite en la persecución de un misterioso asesino en serie que despedaza a sus víctimas con inusitada violencia.
Y esos son los márgenes en los que se mueve esta aventura fuera de la continuidad oficial (no solo por la presencia de los yautja, sino por la situación personal de Peter Parker, emparejado con Mary Jane y empleado como fotógrafo/redactor del Daily Bugle). Nuestro protagonista se da de bruces con la escena de un terrible crimen y empieza a tirar del hilo hasta verse envuelto en la macabra empresa de los depredadores, que ven en la calurosa Nueva York un estupendo coto de caza.
Eso sí, para diferenciarse de la película a la que homenajea, Percy introduce dos variables a tener en cuenta y que entroncan tanto con el mundo de la araña, como con la ancestral cultura predator. De una parte tenemos a Kraven, personaje irrenunciable si el leitmotiv de la aventura es la caza. ¿Héroe? ¿Villano? El rol del aristócrata ruso es ambiguo y solo sirve a sus intereses, aunque estos colinden con unos u otros personajes según las circunstancias. Kraven huele el reto y se lanza de cabeza a por él. De otra parte tenemos -ya lo habréis deducido- no a uno, sino a varios representantes de la estirpe yatjua que también muestran intereses enfrentados entre sí.
Una aventura a tres y cuatro bandas, depende del momento, en el que MJ no se queda atrás y protagoniza una subtrama con la que Percy aborda las implicaciones de la gente de a pie en un relato cargado de monstruos y personajes habituados a las súper peleas. Como los primeros filmes de la icónica saga (cuando aún no había adoptado los títulos en versión original), Predator versus Spiderman se presenta como una historia de terror y va evolucionando hacia otra de acción según se va revelando el misterio y a nuestro héroe ya no le queda otra que pelear contra ellos. Y, como en aquellos, el cómic no se detiene en antecedentes y sus explicaciones; es la naturaleza de los yautja. Son sus actos los que hablan por ellos y nos dan la información pertinente.
En este aspecto resultan muy sugerentes las visiones tan similares que tienen los depredadores y Kraven. Ambos tienen un retorcido pero férreo sentido del honor y viven la caza como un rito que va más allá de lo material, adoptando una significación sagrada, cuasi religiosa. Y entre medias tenemos a un Spiderman que, como suele pasarle cuando se enfrenta a amenazas que le superan y no comprende del todo, pone todo su ingenio al servicio de sus instintos.
Predator versus Spiderman demuestra la solvencia suficiente como para el contexto arácnido sea reconocible y coherente, al tiempo que adapta con inteligencia las virtudes de aquellos depredadores que nos atemorizaron a finales de los años 80 del siglo pasado.

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