«Lo que ven mis ojos no es de este mundo«
Preparando este artículo me he puesto a leer el que hice sobre el primer número de esta colección y he recordado la referencia que hice al manga Berserk. Hoy, investigo sobre Yûji Kaku, autor de este manga de Norma editorial, y me encuentro con que, efectivamente, Kentaro Miura es uno de los grandes ídolos y fuente de inspiración del autor de Jigokuraku. Y es que pocas dudas podíamos tener a la vista de los monstruos del averno que se casca el autor de este atípico shonen entre el primer y el segundo volumen de la obra. Budas de brazos extensibles, polillas con cabezas de personas, ciempiés humanoides que se alimentan de cadáveres, humanos deformes con flores creciendo por doquier… La siniestra imaginación de Kaku termina donde comienza la del autor del seinen que me enamoró hace lustros y que no sé si algún día llegaremos a ver terminado.
Referencias aparte, una vez superado el shock inicial que supuso la llegada a la isla en el primer volumen y la salvaje forma en la que se nos puso en contacto con los monstruos que la habitan, nos encontramos con un volumen que comienza a normalizar (y ha hacer superables) las terribles amenazas que esconde este aparente paraíso terrenal. Por otra parte, seguimos conociendo a los criminales que han sido reclutados para explorarla y los samuráis encargados de su vigilancia (y ejecución si llegara el caso) y, aunque cada vez van quedando menos, Kaku nos da a entender que los adefesios que hemos ido viendo no son los únicos monstruos en este territorio.
«¡¡Ahora no importa si soy hombre o mujer!!«
Al respecto de estas duplas criminal / espadachín, me fascina el hecho de que en tan sólo dos entregas hayamos pasado de diez parejas a menos de la mitad. Esto supone que, o bien van a aparecer nuevos personajes en un momento determinado o los que ya hay tienen que durar ya mucho más. Porque el manga no parece que vaya a ser especialmente corto, con ciento diecisiete capítulos publicados en Japón, actualmente esta historia da para más de veinte tomos, que no está nada mal para un cómic que nació en una plataforma online y que es un toque de esperanza (que debería corroborarse con las ventas en España de esta colección) para quienes creemos que la lectura en red no está para nada reñida con la compra (y acumulación a todo trapo) de tomos. Que la primera parte es una perfecta vía de entrada para nuevos lectores mientras que la segunda es la evolución lógica de la afición por los cómics, tanto los japoneses como los de cualquier otra nacionalidad.
Me resulta llamativo también comprobar que Kaku es un digno hijo de su época. Sagiri aparece ante nosotros como un personaje que entraña bastante riesgo en el territorio del shonen. Una mujer en una profesión (en la época en que está ambientado este manga) de hombres corre el riesgo de quedar como una mera anécdota, pero en este segundo volumen comprobamos que esto no es para nada así. Enfrentados a un enemigo capaz de hacer daño de verdad a Gabimaru, éste y su guardiana luchan perfectamente sincronizados y cuando al ninja comienzan a flaquearle las fuerzas es ella la que ha de cargar con todo el peso de la acción. Esta es, sin duda, otra nota esperanzadora que nos muestra como los estereotipos y los clichés van siendo abandonados por los autores de las nuevas generaciones. La renovación de la Jump no se limita a abrir la mano con el gore y lo salvaje, sino que trata de adaptarse a nuevos públicos y de hacer que su mensaje sea más actual y realista… dentro de la fantasía.
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