Kanehito Yamada, guionista de la exitosa Frieren (que venimos siguiendo desde el arranque de la colección), vuelve al catálogo de Norma Editorial con una obra como autor completo. La trágica utopía del doctor solitario y la chica robot nos permite descubrir la faceta como dibujante de Yamada, al mismo tiempo que subraya los temas que más le interesa explorar como escritor.
«Claro… el eco no vive en la ciudad»
El manga nos pone, como bien señala su título, en un contexto terriblemente trágico, pues la humanidad ha desaparecido casi en su totalidad a causa de una catástrofe que descubrimos ya en el primer capítulo. En esta soledad post-apocalíptica conocemos a Bocchi (el doctor) y Robo (la chica robot) en una dinámica que puede recordar a obras como Los confines de la oscuridad (aquí nuestro artículo respecto a su primer volumen), en la cual los protagonistas intentan llevar un día a día lo más cercano a la cotidianidad pre fin del mundo mientras buscan más supervivientes.
La obra se enmarca en el género slice of life (recuentos de vida en nuestro idioma), retratando la vida diaria de su pareja protagonista: desde cómo llevan a cabo tareas tipo comprar alimentos o hacer pequeñas reparaciones -con la complejidad que implica ser los únicos con vida- a cómo llenan su tiempo de ocio. Hay una búsqueda de la felicidad en los detalles más mundanos, al tiempo que una fuerte carga de melancolía por todo lo perdido y, más importante, el inexorable paso del tiempo. Porque, aunque parezca evidente, Bocchi es humano y Robo un robot… antes o después ella se quedará sola en el mundo.
Es en esta salvaguarda de la fugacidad del momento, en la construcción de recuerdos, donde La trágica utopía del doctor solitario y la chica robot establece un emocionante diálogo con Frieren. Y. como en aquella, aquí la dinámica del presente se ve salpicada de pequeños flashbacks que nos permiten conocer en profundidad a Bocchi (en las escenas del presente es un personaje que apenas habla, casi toda la iniciativa recae en Robo), así como el porqué de la creación de Robo.
La muerte, la felicidad, la amistad, la añoranza… temas que invitan a reflexionar, pero narrados desde una comicidad muy tierna. Robo enseña carácter y sus réplicas, honestas y sin filtro, tienen a ser punzantes; pero en el fondo es todo bondad, no esconde malicia alguna, hasta el punto de mostrarse sumamente cándida. Bocchi, en cambio, tras su apariencia alelada esconde una personalidad terriblemente leal y protectora, tal como haría cualquier padre hacia sus hijos. Se trata de dos personajes que se complementan de maravilla y son capaces de esbozar una sincera sonrisa en el peor de los escenarios, demostrando una resiliencia y un optimismo tan genuino como contagioso. Ojalá más personajes así.
Un integral de estas características, 344 páginas, pide un formato mayor que el elegido por Norma Editorial para presentar la obra. Si no un kanzenban (sería lo ideal), sí algo más que los 11,5×17,5 cm (menos de un A5) del tomo que tenemos entre manos. El tamaño y la cantidad de páginas hacen que el lomo sufra mucho y llegue a cuartearse al abrirlo para leer las viñetas pegadas a los márgenes interiores. Una pena, porque la obra se prestaba a una edición con más mimo.
Deja un comentario: