Norma Editorial está completando un catálogo de cómic de terror de lo más interesante. A su clásico universo gótico del Hellboy de Mike Mignola o la recuperación del Drácula de Roy Thomas y el propio Mignola, en los últimos tiempos ha añadido obras como Rachel Rising, Black Magick, Harrow County o la que ahora nos ocupa, Redlands. El cómic «independiente» norteamericano (el cómic fuera de Marvel o DC) vive un buen momento en cuanto al terror se refiere y la obra de Jordie Bellaire y Vanesa del Rey es buena muestra de ello.
Redlands nos sitúa en un pueblo al sur de los EEUU, en Florida, donde un aquelarre se hace con el poder a la fuerza y decide llevar la justicia por su mano, reconstruyendo el lugar según sus propios preceptos. Tenemos un pequeño pueblo que vive relativamente aislado del resto del país, cuya comunidad tiene unos lazos muy estrechos -quien más y quien menos todos se conocen en el lugar-, y la cotidianeidad no puede enterrar (al menos por siempre) los secretos del pasado, que es donde se cuela el elemento externo (terrorífico o sobrenatural) capaz de hacerlo estallar todo. Este esquema, centrado mucho en el desarrollo de los personajes, en contar pequeñas historias sobre ellos y dejar que el misterio vaya creciendo a fuego lento, de forma casi psicológica es extremadamente deudor de un escritor que Bellaire no se esconde en mostrar y dar el crédito que se merece. Hablamos, claro está, de Stephen King, maestro del terror moderno. Lo hace además evocando a los relatos clásicos del escritor de Maine. No solo es que su energía esté presente en todo el relato, es que la guionista le dedica un par de páginas en las que el arte de Vanesa del Rey lo señala y subraya sin complejos.
Así, además de un explícito guiño a It (a través de Tim Curry) y otro a El misterio de Salem’s Lot, el capítulo cuatro arranca con una splash page en la que vemos varias de las obras más carismáticas de King: La zona muerta, El umbral de la noche, La danza de la muerte (o Apocalipsis si nos referimos a la versión revisada y ampliada), Cujo, Carrie, El Resplandor y (ésta ya para nota) Dark Forces, antología de relatos en la que salió publicada La Niebla por primera vez (la novela corta que Frank Darabont adaptaró al cine en 2007). Por hilar más fino, en la misma página aparecen alusiones a la película Psicosis, clásicos como Drácula o Frankenstein, e incluso obras más modernas como Cruzando el bosque, de Emily Carroll. Todas ellas o bien abrazan el terror desde su vertiente más trágica o, como suele ser habitual en el imaginario de King, desde cierto anodino costumbrismo en el que los elementos extraños destacan aún más. Pero, todas ellas también, observando el horror que hay en el ser humano, la parte más oscura de nuestra humanidad.
A Jordie Bellaire la conocíamos en su faceta de colorista, pero es la primera vez que la vemos también al frente de los guiones y cualquiera diría que se trata de una primera obra. Sabe mantener el foco en lo que le interesa contar a pesar de ambientar la historia en varios marcos temporales (lo que vuelve más compleja la estructura) y las evidentes influencias no entorpecen, no aparecen de forma gratuita, sino que han sido bien absorbidas por la autora y ayudan a conformar el tono y la atmósfera que persigue. A Vanesa del Rey, por su parte, también la hemos visto en series como Bruja Escarlata, que siendo una serie satélite, seguía teniendo unos límites bien marcados. Aquí sin embargo goza de relativa libertad para construir el mundo escrito por Bellaire y en determinados (pocos) momentos se atreve a romper con la composición de página. Es de esperar que a medida que avance la serie y se encuentre más suelta, decida jugar un poco más, dado que el tipo de historia (género y trama) lo permiten.
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