David Yates ha dejado momentáneamente los mundos mágicos de Harry Potter para acercarse a un clásico de la literatura de aventuras: Tarzán. Esta nueva aproximación al personaje creado por Edgar Rice Burroughs tiene su principal referente en la versión animada de Disney de 1999, lo que bien puede ser buena señal (si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?) o mala (denota cierto conservadurismo y falta de ambición). Solo nos ha faltado ver a Phil Collins haciendo un cameo.
La leyenda de Tarzán se presenta con un carácter muy lúdico, tiene un tono aventurero muy marcado, en la línea del mejor Indiana Jones, con un Alexander Skarsgård que puede presumir de su porte heroico, pero está por ver qué tal encaja, pues en las escenas que hemos podido ver se muestra muy inexpresivo. Las dudas respecto a la película surgen principalmente en este punto, en lo referente al cásting y algunos de los roles. La cinta puede caer presa del excesivo brillo de sus estrellas, que el reparto haya sido seleccionado más por nombre que por su conveniencia para la historia. Vemos así a un Christoph Waltz vuelve, por enésima vez, a construir el mismo villano y Margot Robbie -a pesar de lo que han afirmado tanto Yates como los productores- no termina de distanciarse del arquetipo de «damisela en apuros».
Así, las primeras sensaciones ha sido positivas, sobre todo en el aspecto formal, con escenas donde no falta la acción -ni el humor-, y apelando a nuestro espíritu aventurero. Quedan reservas, que sabremos si se disiparán o no cuando se estrene en cines este mes de julio.
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