Lobezno: El Viejo Logan

Lobezno. El Viejo Logan: «He matado a mujeres y a niños»

Lobezno: El Viejo Logan«Dicen que se hartó de tanto luchar y se retiró a una vida más simple«

 

Recuerdo que acababa de llegar a la mayoría de edad cuando mi madre me propuso asistir a un ciclo de cine sobre Clint Eastwood. «¿Eastwood? ¿Ése no es el tipo de las pelis del oeste con las que se duerme el abuelo la siesta?» Dos horas después y con William Munny aún en mi retina le juré amor eterno al actor y director californiano que me abrió los ojos al cine alejado de las palomitas y el estruendo.

 

Algo parecido debió pasarle a Mark Millar en 1992 (año en que se estrenó Sin Perdón), porque cuando imaginó el futuro del tipo más duro de Marvel (lo siento Frank Castle, no eres tú) no pudo evitar asociarlo al del pistolero arrepentido que decide pasar el resto de sus días dedicado a una vida más simple al cuidado de su familia en una pequeña granja de cerdos. El guionista escocés no trata en El Viejo Logan de esconder en ningún momento esta referencia (incluso la aparición del envejecido Ojo de Halcón guarda una relación innegable con el filme ganador de 4 Oscars), sino que se basa en nuestro recuerdo de la historia para construir una trama que nos resulta a la vez familiar por sus puntos en común con el filme y novedosa por lo alejada que está de las típicas tramas de la Casa de las Ideas.

 

Mejor aún, Millar es consciente de que una historia de pistoleros en el Viejo Oeste no vendería demasiado así que, para sentirse de paso más a gusto con el corrosivo humor que le caracteriza, mezcla la cinta de Eastwood con el ambiente que desprendía la saga Mad Max. ¿Qué logra con esto? Básicamente, Sin Perdón se centra en el final del camino, en el fin de los héroes y de os villanos y en la manera en que los recordamos (entre otras cosas). En El Viejo Logan, sin embargo, importa mucho el camino previo al apoteósico final. Eastwood prefiere dejar a nuestra imaginación el pasado de Munny, Millar convierte al pasado en una red con la que mantenernos atrapados de principio a fin. Porque, ¿qué podría motivar al más sangriento tipo duro de la Marvel para que enfundara sus garras por siempre jamás?

 

«La Caída del Martillo es la primera atracción turística de Amérika«

 

¿Qué nos podemos encontrar en El Viejo Logan? Nada menos que un futuro post-apocalíptico en el que se cumplen cincuenta años desde que los villanos vencieron y asesinaron a los principales héroes del mundo para luego repartirse el globo terráqueo a su antojo. Con este panorama ya no hay lugar para los comportamientos desinteresados, sólo una despiadada anarquía en la que la única ley es la del más fuerte y en la que los humanos sobreviven en lugar de vivir. La humanidad llega a su ocaso en los Estados Unidos que nos pinta Millar… y los pocos a los que parece importarle están demasiado cansados y viejos como para alzar el puño.

 

Lobezno: El Viejo Logan

 

Esta pesimista visión del futuro se opone de forma radical a la fantasía soñadora que Millar plasmó casi al mismo tiempo en 1985 (de la que ya os hablamos hace algún tiempo) y que, de algún modo sienta las bases de lo que aquí se nos cuenta. El autor de Kick-Ass demuestra una vez más que, cuando se le da total libertad creativa, es capaz de hacer llegar al cómic a sus cotas más altas de calidad y diversión. Lobezno parecía hecho para caer en manos de este autor. Su desfachatez y su brutalidad casan a las mil maravillas con el estilo de un hombre capaz de imaginar a una niña prepúber descuartizando mafiosos. Pero cuando Lobezno cae en manos de Millar, éste se queda tan sólo con Logan. Es un detalle de la grandeza de este autor que, cuando más fáciles tenía las cosas para vender cómics haciendo lo que más veces ha hecho, se lanza a explorar al hombre una vez ha enterrado al héroe.

 

«¿Crees que porque sea viejo voy a darte esa satisfacción?«

 

Por si todo esto os pareciera poco, Millar se alía con Steve McNiven (con quien ya le hemos visto en Civil War) para mostrarnos una auténtica obra de arte que no sólo se degusta por su guión, sino por un espectacular dibujo que saca lo mejor de los envejecidos héroes… y villanos. Hablando de manera llana se puede decir que mola leer El Viejo Logan, pero mola aún más deleitarse con las ilustraciones de El Viejo Logan. Homenajes, brillantes splash-pages… El cómic está plagado de imágenes que se graban a fuego en nuestra memoria y que han sido reproducidas después en multitud de formatos dada la demanda generada por los fans.

 

Otro detalle que deja claro el poderío de esta obra: Uno puede no conocer apenas nada de Lobezno ni del resto de personajes del Universo Marvel y, sin embargo, disfrutar como un enano con el viaje que nos brinda su autor por la Norteamérica que devastaron los villanos hace medio siglo. Junto a Logan descubrimos qué héroes cayeron luchando y cuáles se dejaron derrotar, con él y con Ojo de Halcón nos asomamos al vacío insondable de la maldad humana y a la enorme debilidad que ésta misma supone. Millar y McNiven no nos ahorran nada y juntos construyen una dura crítica hacia los instintos más viles del ser humano a la par que se mofan del propio universo comiquero sobre el que se apoyan. Sangre y drama para pintar un collage de humor inteligente. Muy de Mark Millar en el fondo.

 

Lobezno: El Viejo Logan

 

«Vamos a repartirnos tu amado país«

 

Panini ha jugado bien sus cartas al publicar este nuevo tomo de Marvel Deluxe a tan sólo un par de meses del estreno de Lobezno Inmortal (el 26 de julio en nuestro país) y cuando apenas queda un año para que Max Rockatansky vuelva con Mad Max: Fury Road. La editorial completa el tomo con la ya típica introducción de Julián M. Clemente, una colección de portadas y otra de bocetos previos a la publicación en Norteamérica de este proyecto.

 

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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