Kelly Thompson y Hayden Sherman juegan con los mitos antiguos y los retuercen para dar fuerza al final del primer arco argumental de Absolute Wonder Woman, un arco centrado no ya en presentar a Diana a la humanidad, sino para explicar el cambio más traumático respecto a la concepción tradicional de la heroína: los lazos entre esta y su madre, la bruja Circe.
«No hay nada que perdonar«
Así, la acción sigue pivotando entre el pasado de nuestra heroína en la Isla Salvaje y el presente, en Gateway City; dos tiempos conectados por el sacrificio y el amor. Para derrotar al Tetracida Diana tiene que aceptar el primero -como ya hiciera cuando dio su brazo para salvar a Steve Trevor- y confiar en el segundo. Venimos comentando que Thompson ha cambiado importantes aspectos en la forma, pero no en el fondo, y esta es la prueba de ello. Aún habiéndose criado en el mismo infierno, la última de las amazonas sigue encomendándose al amor de quienes la rodean. Esta es una Wonder Woman pragmática como pocas, pero de un corazón tremendamente idealista.
Un idealismo que si bien no es compartido con Circe, sí que ha matizado mucho la imagen tradicional que tenemos de la bruja. Aquí asume el rol de madre y actúa como tal, velando siempre por su hija, pero sin cortarle las alas. Asunto por otra parte peligroso dado dónde se ha criado Diana. Es por ello que Circe la ha preparado para lo peor, pero tratar de lastrarla con traumas o miedos infundados. Es más, Circe es consciente del potencial de Diana y del futuro «glorioso» que tiene por delante, aunque no exento de retos. Y es para ellos para los que la prepara. Y de ahí surge, por ejemplo, el lazo que porta Diana en la portada de este número: Sacrificio.
No es el lazo de la verdad ni necesita serlo. Aunque a su manera cumple una misión similar. Creado por Circe como recurso en caso de necesidad, tiene el poder de la transmogrificación, que no es otra cosa que la de transformar la apariencia de algo (o alguien). Es cierto que entre lo enrevesado del término elegido (hay sinónimos mucho más accesibles) y que la explicación de Thompson sobre su naturaleza no queda del todo clara (no ayuda que en el transcurso de dicha explicación no veamos cómo funciona, sino la reacción de Diana), se desluce el impacto de dicha arma.
Todo cambia, y cobra un significado mucho más profundo, cuando Wonder Woman debe usarla sobre sí misma. A este respecto (ahora viene un necesario spoiler hasta el final de párrafo), tiene cierto sentido que la transmogrificación de Diana sea en Medusa, no en vano esta versión de la amazona también fue castigada por los dioses por puro capricho y sin culpa de nada (a Medusa la condenó Atenea por sufrir una violación a manos de Poseidón); además de que el caballo alado Pegaso, cuya forma calavérica acompaña a nuestra heroína, brotó de la gorgona según la mitología.
Es difícil saber si volveremos a ver a Diana usando su lazo desatando todo su poder o si volverá a un segundo plano (dada la aleatoriedad de su naturaleza nos decantamos por esto último), pero nos ha dejado un desenlace muy potente. Lástima -para Diana- que la tranquilidad dure tan poco, pues solventada la amenaza y sin tiempo para recibir los pertinentes agradecimientos, Wonder Woman recibe el violento recordatorio de que ir contra los dioses tiene consecuencias… ¿y qué hizo Diana nada más arrancar la serie? Escapar de Isla Salvaje en el infierno, de donde tenía prohibido salir.

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