Una de las consecuencias de la puesta a cero del universo DC (quizás la más importante) ha sido la reunificación de todas las líneas en una sola, siendo Vértigo su «víctima» más ilustre. De esta forma, con un mundo nuevo por descubrir y bajo un mismo sello han ido apareciendo las nuevas series regulares de la compañía. Entre ellas La Cosa del Pantano.

De la mano del guionista Scott Snyder y del dibujante Yanick Paquette (con la ayuda de Víctor Ibáñez y Marco Rudy) nos llega una colección difícil de digerir… para quien se adentre por primera vez en el pantano. El escenario que se nos planeta, aunque nuevo, no hace más que aludir al pasado del personaje lo que genera una enorme confusión. Y es que Alec Holland (el protagonista) ha resucitado y guarda recuerdos de una vida anterior, que no la suya (que también), pero sí de un avatar suyo, y a la que debe volver para salvar el mundo. Eso nos deja con cara de circunstancias y al héroe sumido en sus tormentos.

En su intento de respetar y conservar la mitología del defensor del verde, Snyder se las ve de bruces con el mismo problema que se encontró con Batman: unos nuevos lectores que tardan un mundo en meterse en la trama y unos veteranos seguidores entusiasmados por la fidelidad a la historia. Y el desconocimiento generalizado hacia el personaje (en comparación con otros) no mitiga precisamente esas sensaciones en el primer grupo. Porque para bien de unos y mal de otros, esta nueva saga debe muchísimo a la etapa de Alan Moore, que fue quien redefinió el origen del monstruo y concibió la que es sin duda la etapa más exitosa del personaje.

Ahora bien, cuando el novato lector consigue ubicarse en el universo de La Cosa del Pantano se encuentra con un interesante relato que mezcla el terror, una estructura propia del género de los superhéroes y algunos conflictos de un carácter más personal, ideales para desarrollar los personajes. Son los elementos de historia de horror y el tiempo dedicado a explorar las preocupaciones y deseos de Holland los aspectos más estimulantes de este primer volumen (compuesto por los cuatro números iniciales de la serie); y es a través del género donde encontramos los mejores pasajes del cómic, tanto a nivel narrativo como visual.

El protagonismo que cobra la putrefacción (enemigo de lo verde) y sus instrumentos mortales (como lo es Holland para el mundo vegetal) es, en parte, lo que obliga a la historia a tomar este rumbo. Snyder sabe qué es lo que realmente da miedo, bajo que apariencia se esconde mejor el terror, y lo explota con astucia, siguiendo el ejemplo de grandes autores del género como (no pueden faltar las referencias cinéfilas) Richard Donner, Robert Mulligan o el español Chicho Ibáñez Serrador.

Mientras la narración toma un modelo clásico pero (por extraño que pueda parecer) ha sido poco tratado, el dibujo de Yanick Paquette (y por extensión el de los «colaboradores» Víctor Ibáñez y Marco Rudy) apuesta por los planos medios y mucho por los primeros planos para reflejar las emociones de los personajes (alguno llega a copar media página). Cobran mucha relevancia también las transiciones entre viñetas, muy fluidas, casi de modo orgánico, reflejando el poder invasivo del verde y, sobre todo, del mal que asola a los protagonistas. Son quizás el tercer y cuarto episodio del volumen los que mayor impacto producen, con unas viñetas muy explícitas y otras que hacen de la imaginación la única norma válida. Una gozada para la vista y una herramienta fundamental para dotar de fuerza al relato.

Este primer número de La Cosa del Pantano se mueve en tierras fangosas, pues le cuesta captar nuevos lectores por la deuda que tiene con un pasado que ha querido preservar. Aún así, el material que presenta es lo bastante interesante como para obligar a estos a hacer un esfuerzo por adentrarse en el pantano.