«¿Cómo consigo ser lo que tú eres?«
Los que vivimos enamorados de la nueva serie de Al Ewing experimentamos un mar de emociones que van desde la profunda admiración al terror e incluso la lástima. El guionista cada vez se atreve a ir más lejos con El Inmortal Hulk y ya no me refiero únicamente a que su actual aventura tenga lugar en el mismísimo infierno (o en una versión del mismo poblada por sus peores pesadillas), sino que la misma manera de contarnos la historia, el uso de la narrativa y las viñetas recurrentes de esta nueva entrega, son un canto a la experimentación y un auténtico soplo de aire fresco dentro de las páginas de la colección del goliat esmeralda.
Han pasado siete meses desde que vimos resucitar por primera vez al alter ego de Bruce Banner y la historia no ha dejado de mejorar. La trama actual, con un Hulk demacrado caminando de la mano de la incansable periodista que le sigue y yendo de cabeza a una confrontación con su padre que tiene bastante pinta de ir a ser memorable, nos deja un nuevo número en el que conocemos un poco mejor a McGee y ahondamos un poco más en los traumas que dieron forma al torturado doctor Banner. Las batallas épicas contra monstruos infames volverán en el próximo número, pero en éste le toca el turno a la introspección y al sano ejercicio de profundizar en las psicologías de los personajes que protagonizan esta historia.
«Algunos dirían que un reino así tiene un solo representante demoníaco«
El Hombre Absorbente, tan protagonista en la última entrega, vuelve en ésta a un discreto segundo plano mientras que Puck, que viene apareciendo aquí y allá desde el principio de la colección, comienza a reclamar su propio foco, ya sea como parte fundamental en el seguimiento y contención del antihéroe que protagoniza el cómic o como testigo de sus hazañas en el inframundo. El Hulk Diablo que ha presentado Ewing, por su parte, se rebela como una faceta más dentro de la poliédrica mente del doctor Banner y comienza a presentar las primeras fracturas que auguran, si no un regreso inmediato del resto de versiones de siempre de Hulk, sí la posibilidad de que aparezcan destellos de cada una de ellas, como ocurría en ocasiones con el terrorífico personaje interpretado por James McAvoy en la sensacional película Múltiple.
Como decía antes, la batalla que se avecina es de traca. No tanto por su fiereza (ya hemos tenido un pequeño adelanto en esta entrega), sino por su significado. Hulk representa la explosión de los traumas de un hombre que sufrió malos tratos y que carga con la muerte de su maltratador sobre sus espaldas. Este detalle, más que ningún otro, humaniza a uno de los personajes más alejados de la realidad del universo Marvel. Hulk es la personificación de la ira reprimida y todos tenemos un poco de Hulk en nuestro interior, pero Ewing lleva el tema un poco más allá al enfrentar al monstruo con el motivo de la ira de su receptáculo humano. La batalla que estamos por ver tiene mucho más de sentimental y psicológica que de física y es muy probable que el personaje que emerja de las cenizas del enfrentamiento no sea el mismo que vimos levantarse de la mesa de autopsias hace poco más de medio año.
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