El Soldado de Invierno La Marcha Implacable

El Soldado de Invierno. La Marcha Implacable: Enterrado en nieve

El Soldado de Invierno La Marcha Implacable«Sabía por dónde saldríamos antes incluso que nosotros«

 

Hace ahora casi un año me compré en Londres el primer número de la colección que ahora Panini agrupa en este tomo único. Dos nombres propios me llevaron a apostar por él, uno era el del propio Bucky Barnes, el antiguo compañero del Capitán América que acababa de cerrar una sensacional colección en España guionizada por su rescatador del olvido (Ed Brubaker) y el otro era el del hombre tras los guiones, Rick Remender, que venía de firmar una etapa inolvidable para los X-Force que capitaneara Lobezno (y que ahora parece haber perdido la cabeza con la infumable Axis). Estos dos alicientes, juntos, incluso atenuaban el hecho de que el dibujante fuera Roland Boschi, al que nunca he llegado a tragar del todo.

 

En ese primer número viajábamos a 1966 para encontrarnos con un Nick Furia algo más joven (¿sería ya un robot?) y su compañero en S.H.I.E.L.D. Ran Shen (sí, el que en el futuro se convertiría en el villano Iron Nail de la penúltima etapa del Capitán América) en una misión para rescatar a un par de científicos nazis de las garras de Hydra antes de que sus secretos sean utilizados por la organización terrorista. En su camino se interpondrá un espía ruso hasta entonces considerado poco más que un mito, el Soldado de Invierno, que logrará separar a los dos compañeros (sacando convenientemente de la ecuación al joven Furia).

 

«… he dado esquinazo al monstruo soviético«

 

Y hasta ahí me quedé con el primer número. Lo que le sigue y que he tardado unos diez meses en poder disfrutar es una persecución sin cuartel a través de los fríos bosques de una olvidada república soviética en la que un agente Ran cada vez más cansado de la institución y el país a los que representa tiene que luchar constantemente por su vida ya no sólo contra la amenaza del alter ego de Bucky Barnes, sino también contra los asesinos que Hydra ha puesto tras su pista.

 

El Soldado de Invierno La Marcha Implacable

El Soldado de Invierno: La Marcha Implacable

 

Remender construye en apenas cinco números una historia apasionante en la que disfrutamos de uno de los capítulos olvidados de Bucky durante la época en la que trabajó como espía para los rusos. Sin embargo, el verdadero protagonista de la historia es el agente Ran, cuya evolución capítulo a capítulo hasta la estupenda viñeta con la que el autor cierra la historia dota de una increíble profundidad a un villano que apenas tiene un añito de edad en la longeva Marvel. Remender aprovecha La Marcha Implacable para cargar no sólo contra los modos de actuar de la Rusia soviética, sino también contra los de los Estados Unidos de la época y Ran es el observador perfecto de ambos mundos cuyos pensamientos ilustran cada capítulo de la obra y cristalizan en su inevitable final.

 

«Le han empezado a gustar sus ideas comunistas«

 

Frente a él tenemos a un asesino silencioso y libre de pensamientos que poco a poco va, como ya quedó explicado en la película de Capitán América: El Soldado de Invierno, volviendo a su ser y recordando aquellas enseñanzas que más hondo calaron en su subconsciente, las de su amigo y aliado Steve Rogers. Curiosamente los ideales que van emergiendo en la mente del personaje que da título al tomo huyen de cualquier afiliación política, dejando clara una vez más la intención de Remender de denunciar los ideales cuando son llevados al extremo.

 

El Soldado de Invierno La Marcha Implacable

El Soldado de Invierno: La Marcha Implacable

 

De la parte artística, como ya he indicado, se ocupa un Boschi que está bastante más correcto de lo que acostumbra, aunque sigue sin acertar a mantener la misma fisonomía en los rostros de los protagonistas durante cinco miserables capítulos. De las portadas, varias de ellas verdaderas maravillas, se ocupa Andrew Robinson, cuyo reconocible arte podéis disfrutar en su página  de DeviantArt.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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