Contra todo pronóstico, y pese a los obstáculos que le está poniendo la propia Marvel, los Guardianes de la Galaxia de Gerry Duggan me están gustando bastante. El autor ha sabido capturar el tono desenfadado de las películas de James Gunn y lo está aplicando a una serie a la que le crecen las tramas secundario como en el pasado le crecían brazos a Groot.
Por un lado tenemos a este heterogéneo grupo tratando de engañar a la vez a dos Primigenios como son el Coleccionista y el Gran Maestro (los nombres chulos ya estaban cogidos), como subtrama, Gamora ha aprovechado la coyuntura para tratar de hacerse con la gema alma (sí, de las del guantelete del infinito, como la peli que veremos esta primavera) y así recuperar a la mitad de sí misma que dejó atrás cuando escapó de este artefacto de poder para enfrentarse a Thanos años atrás. Además, Groot ha quedado reducido a una parodia de sí mismo y nadie (salvo quizás nosotros) sabe el porqué de su no-regeneración.
«¡He vencido! ¡Venid a verlo!«
A todo esto Duggan le suma un nuevo componente a lo largo de los tres capítulos que componen este número. La Milano, la nave que están utilizando los protagonistas desde que partieron de la Tierra, tenía otros dueños originalmente y en esta entrega nos vamos a enterar de ello por las malas. El grupo no termina de hacer las paces y ya está de nuevo de uñas por algún otro de los secretos que se están guardando entre ellos pero, cuando la vida de uno de ellos corre peligro, todas las riñas se olvidan y salvar su cuello pasa a ser la primera de sus prioridades. El autor dedica a este tema dos de los tres capítulos de ese número y nos deja con muchas más preguntas que antes, pero con un Starlord más líder que antes y el grupo algo más unido, pese a las broncas y las chanzas.
El capítulo restante se lo reserva Duggan para desvelar otro de los misterios que nos han tenido en ascuas desde el comienzo de esta nueva etapa. Con unos muy interesantes dibujos de Greg Smallwood, el autor nos cuenta el origen de la nueva filosofía pacifista de Drax. Y mira qué casualidad que yo, que me esperaba algún chiste tontorrón, me encuentro con un relato intenso y duro que va poniéndose más y más serio hasta llegar a un desenlace que justifica más allá de toda duda la nueva mentalidad del otrora llamado Destructor.
El mes que viene nos ocuparemos de revelar el por qué de la enanez de Groot y, mientras tanto, Marvel seguirá torturándonos con un continuo baile de dibujantes. ¿Se puede considerar a un artista el dibujante principal de una colección cuando apenas ha dibujado tres de los diez últimos números? Pues eso, suerte que Legacy va a ser la cura de todos los males, la panacea de todas las enfermedades y la llave de todas las puertas.
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